Dios de la Vida

lunes, 20 de mayo de
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Hay muchas maneras de negar a Dios y ponerse uno en su lugar. Una es prescindir del tema y no meterse en problemas. Otra es proclamar a Dios con los labios, pero negarlo en la práctica… Otra es que en las decisiones y opciones fundamentales de la vida pongamos ídolos en vez de a Dios; ídolos que nos den seguridad como el dinero, el poder, la fama, etc.

Otra forma de negar a Dios es reconocer su existencia, pero a la vez transformarlo en una especie de amuleto, el cual me concede los favores que le pido y que me interesan, si le cumplo lo que le he prometido. Otra manera es transformarlo en una especie de bálsamo espiritual, que me reconforta el malestar de vivir para mí mismo, metiéndome al final aún más en mí.

Pero si reconocemos la existencia de Dios y nos abrimos al Dios de Jesucristo, nos abriremos al Dios de la historia, de la vida, al Dios que se encuentra y se sirve en los otros y que encendió el corazón de Alberto Hurtado.

La fe no es una cuestión de sentimientos íntimos, no es una relación privada entre Dios y yo. Tampoco es tenerlo todo claro y seguro. La fe es riesgo, es apostar la vida a algo, es jugársela creyéndole a Dios. La fe es atreverse a mirar el mundo con los ojos de Dios, es mirar la realidad con poesía, no como es, sino como debería ser.
 
 
 
 
Tener fe es dejarnos interpelar por la realidad y descubrir lo que el Señor nos dice en ella. La fe es mi propia vivencia de un Dios que dialoga con su pueblo, con su creación.

Así como hemos descubierto que no estamos hechos para nosotros mismos sino para los demás, que "no puedo sin la vida vivir, sin el hombre ser hombre". Así también debemos percibir la fe no como algo privado, sino como la experiencia de un Dios que se manifiesta en la historia y que nos invita a actuar en ella.




Fuente: "Dios de la historia de la Vida" Autor: P. Felipe Barrios sj

 

 

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