Evangelio según San Marcos 10,1-12.

martes, 21 de mayo de
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Jesús dejó aquel lugar y se fue a los límites de Judea, al otro lado del Jordán. Otra vez las muchedumbres se congregaron a su alrededor, y de nuevo se puso a enseñarles, como hacía siempre. En eso llegaron unos (fariseos que querían ponerle a prueba,) y le preguntaron: «¿Puede un marido despedir a su esposa?» Les respondió: «¿Qué les ha ordenado Moisés?» Contestaron: «Moisés ha permitido firmar un acta de separación y después divorciarse.» Jesús les dijo: «Moisés, al escribir esta ley, tomó en cuenta lo tercos que eran ustedes. Pero al principio de la creación Dios los hizo hombre y mujer; por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa, y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino uno solo. Pues bien, lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe.» Cuando ya estaban en casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo, y él les dijo: «El que se separa de su esposa y se casa con otra mujer, comete adulterio contra su esposa; y si la esposa abandona a su marido para casarse con otro hombre, también ésta comete adulterio.»

 

Palabra de Dios

 

 

 


P. Gustavo Mendoza Encargado Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis de Paraná


“El hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos no serán si no una sola carne”. Qué misterio grande el del amor y el del matrimonio, el hombre y la mujer se unen, llegan a ser una sola carne sin perder su propia identidad, fuimos creados por Dios para amar, para entregar la propia vida y a imagen de Dios también estamos llamados a ser familia.

Los Obispos de Argentina nos decían: “La familia es el ámbito cotidiano que permite el desarrollo integral de la persona, ella continúa siendo un valor apreciado por nuestro pueblo; el hogar sigue siendo el lugar privilegiado de encuentro de las personas, donde en las pruebas cotidianas se recrea el sentido de la pertenencia; gracias a los afectos vividos en la familia comprendemos y perdonamos, acompañamos a los niños y a los jóvenes, valoramos y queremos a los abuelos y a las personas con capacidades diferentes; cuando hay familia se expresan verdaderamente el amor y la ternura, se comparten las alegrías haciendo fiestas y sus miembros se solidarizan ante las dificultades cotidianas: la angustia, el desempleo y el dolor que provoca la enfermedad y la muerte”.

Pidamos por nuestras familias y por todas las familias del mundo.

 

 

Oleada Joven