Los buenos observadores afirman que:
El pájaro canta, aunque la rama en la que está
posado cruja, esté a punto de romperse:
sabe de lo que son capaces sus alas.
El pájaro canta porque, en el momento de necesidad
urgente, confía plenamente en el poder de sus alas
para emprender el vuelo, cielo arriba, y superar el peligro.
La misionera Roser Morera, que lleva 30 años en Zaire,
contaba que un proverbio zaireño dice:
«Si quieres que un pájaro vuele…
has de fortalecer sus alas».
Si no queremos hundirnos, por adversidades
que tengamos, sino que podamos elevarnos
y trascenderlo todo, hemos de procurar fortalecer
nuestras «alas»: –la fe y la esperanza–.
Los hay que sufren en demasía.
Y es tal vez porque: no supieron fortalecer,
a su debido tiempo, su par de «alas»
–la fe y la esperanza–;
o renunciaron a ellas; o las dejaron olvidadas
en el desván de la increencia;
o las arrinconaron en el trastero del olvido…
Y, evidentemente, sin fe, sin esperanza –sin «alas»–,
cuando aparecen los momentos difíciles,
las dificultades graves… son incapaces de remontarlos
y volar, confiadamente, cielo arriba…
Y es que las «alas» –la fe y la esperanza– dan seguridad.
Si muchos las tuvieran «fuertes»… volverían a cantar.
J.M. Alimbau