Algo vamos a hacer

lunes, 10 de junio de

 

 

Recuerdo una experiencia que se me quedó grabada en el corazón. Cruzando en auto un barrio de San Miguel, después de un día de lluvia y por calles de tierra, fui a parar a la banquina del costado izquierdo y quedé con medio auto semi-hundido, de modo que tuve que salir por la puerta de la derecha, casi escalando por el asiento. Eran las 12,30 hs. de un día de semana, y la verdad es que no se veía un "cristiano" por ninguna parte, para colmo yo lo que necesitaba era "un cristiano con camioneta o camión" que me pudiera tirar para sacarme.

 

Providencialmente, a dos cuadras vi una camioneta estacionada frente a una casa. Golpeé las manos y salió una mujer con su delantal de maestra jardinera, que indudablemente estaba comiendo porque avanzaba hacia mí tragando el último bocado. Le pregunté por la camioneta y me contestó que era de su marido, que estaba también almorzando y ahí nomás, sin titubeos, le pegó el grito. Salió un muchacho joven que, según me contó después, buscaba con el camioncito verduras en el mercado central y hacía el reparto en las verdulerías de la zona. Justo había terminado el reparto, entonces antes de volver había parado un ratito en casa a comer y descansar.Le expliqué mi asunto e inmediatamente se movilizó. Dejó el almuerzo por la mitad y allá nos fuimos. Al llegar a mi auto semi-hundido, ya había aparecido el vecino del frente, muchacho joven también, que con las manos en la cintura y casi a modo de saludo afirmó "solemnemente": – ¡Va a estar difícil la cosa,eh! A lo que Juan, el verdulero, replicó diciéndome: – ¡Algo vamos a hacer, Padre!, mientras sacaba la soga, se metía en la zanja ensuciándose para atarla a mi paragolpes. Después preparó el camioncito para la tironeada y, de a poquito, con gran esfuerzo lo fue sacando hasta ponerlo en tierra firme.

 
 
 

A todo esto en una pausa de la operación volví la vista hacia la casa del vecino "profeta" y ya no estaba, se había metido adentro. Juan, en cambio, estaba allí, frente a mí, embarrado, con la camioneta mugrienta, sacando humo por todos lados debido al esfuerzo que hizo el motor, con el almuerzo interrumpido, con su merecido descanso postergado y con mi auto rescatado. Y mientras se despedía, con la misma sencillez con que vino y ante mi "infinito" agradecimiento, me volvió a decir "victorioso": -¡¿Vio, Padre, que algo íbamos a hacer?!
 
Y yo me quedé pensando: ¡Gracias Señor, porque mientras existan hombres y mujeres como Juan en este mundo, no habrá pantano del que no podamos salir, por difícil que sea! Pero a la vez me nacía una pregunta: ¿Y yo, cuál de los dos era? ¿Era el hombre olvidado de sí, que "perdió" por dar una mano ó era el "profeta chanta", que desde la seguridad de su puerta, con las manos en la cintura lanza afirmaciones, tan verdaderas como estériles, para después desaparecer a la hora de la pechada? Dios quiera que siempre, frente a las dificultades de la vida, sobre todo de los demás, nos salga desde lo hondo del corazón, con esa maravillosa frescura: ¡Algo vamos a hacer! Y lo intentemos.
 
Padre Ángel Rossi sj
 

 

Oleada Joven