Ser sabio

martes, 25 de junio de
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Ser sabio es tener una mirada capaz de descubrir siempre belleza.
Es leer e interpretar la metáfora que se esconde en todo cuanto sucede.
Es distinguir la diferencia entre conocer, saber y comprender.



 

Es descubrir los signos que se van desplegando durante el camino.
Es dar con la punta del hilo que conduce toda la providencia que se dibuja en nuestro itinerario.
Es admirarse del propio viaje y su paisaje.
Es aprender el secreto de disfrutar los sencillos y cotidianos placeres
que nos comunica, generosamente, la vida.
Es estar entero y consciente en cada presente que vivimos.



 

Es rehabilitar la salud de los afectos verdaderos.
Es escuchar todo y a todos y aprender de lo escuchado.
Es ser artesano del silencio.
Es ser una palabra regalada para cada tiempo y un tiempo para cada palabra.



 

Es tener paciencia con todos los sufrimientos para que ellos, a su debido tiempo, nos hagan comprender otros significados.
Es ser agradecidos con la bendición de cada herida infligida.
Es ser aprendiz de las propias equivocaciones
Es luchar sin fatiga y sobrevivir a cada batalla.
Es tener sentido del humor y del dolor.



 

Es dar con el camino que lleva directo hacia nuestro corazón, sin mediaciones.
Es pronunciar la palabra que entraña la esencia de nuestra vida.
Es ser dueños de nuestro laberinto interior para salir y entrar según la propia libertad.
Es captar las tramas de los caminos que se entrecruzan.

Es descifrar el secreto escondido que narra en cada historia.

 

 

 

Es un don de lo alto que se recibe sólo para compartir,
dando consuelo y esperanza, aliviando cargas ajenas.

Es ayudar a otros a interpretarse a sí mismos y comprender el tiempo de cada uno en su propio crecimiento.



 

Es la delicada y sigilosa luz que nos ha tomado y que se dispensa en el amor.
Es haber reconquistado la inocencia original en el brillo de una sonrisa perdurable.
Es residir en la juventud del corazón mientras se transitan las distintas etapas del ciclo completo de la vida.
Es aprender a ser feliz con la felicidad que nos es posible.
Es ser lo más humanamente pleno que podamos, con lo que somos y nos han dado.



 

Es sostener los sueños que nos alientan
y captar que la verdad es una forma de libertad y de liberación.



 

Es tener algo de madre y de padre,
de hermano y de amigo,
de mago y de poeta,
de artista y de sacerdote,
de alquimista y de peregrino.



 

Es estar permanentemente reconciliado.
Es habitar en la luz y vivir –alimentándose- de ella.



 

Eduardo Casas

 

Oleada Joven