La visita a la Catedral
martes, 25 de junio de
Recuerdo que una mano me llevaba
y que, en la mano, un corazón latía,
una savia caliente, que subía
por mis dedos y que me confortaba.
Recuerdo que mi madre la apretaba
como abrazando mi alma, que decía:
"Mira, aquí está Dios, Dios", y que tenía
temblor su voz cuando lo mencionaba.
Y yo buscaba al Dios desconocido
en los altares, sobre la vidriera
en que jugaba el sol a ser fuego y cristal.
Y ella añadía: "No le busques fuera,
cierra los ojos, oye su latido.
Tú eres, hijo, la mejor catedral".
en "Testamento del pájaro solitario"