Evangelio según San Mateo 9,1-8

jueves, 4 de julio de
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Jesús volvió a la barca, cruzó de nuevo el lago y vino a su ciudad. Allí le llevaron a un paralítico, tendido en una camilla. Al ver Jesús la fe de esos hombres, dijo al paralítico: «¡Animo, hijo; tus pecados quedan perdonados!» Algunos maestros de la Ley pensaron: «¡Qué manera de burlarse de Dios!» Pero Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil: decir “Quedan perdonados tus pecados” o “Levántate y anda”? Sepan, pues, que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados.» Entonces dijo al paralítico: «Levántate, toma tu camilla y vete a casa.» Y el paralítico se levantó y se fue a su casa. La gente, al ver esto, quedó muy impresionada y alabó a Dios por haber dado tal poder a los hombres.


Palabra de Dios

 

 



Reflexión: Padre Gabriel Camusso | Párroco en la iglesia Nuestra Señora de la Merced, Arroyito- Córdoba

 

El pueblo de Israel, relacionaba, la desgracia y la enfermedad con el pecado. Dios, para ellos, pagaba aquí y ahora según la conducta personal o familiar. Esto era sumamente grave y peligroso. Si te sientes pecador como acusan los escribas, terminarás despreciando tu propia vida, renegando de ella, porque serás siempre malo y castigado por Dios.

Jesús, dice: « ¡Animo hijo!, tus pecados están perdonados». No hay pecado que sea imperdonable porque no hay situación de la que el hombre no pueda salir. Nadie puede caer demasiado bajo para Dios. Por muy perdido que uno esté, por mucho que te desprecies a vos mismo, y no quieras saber nada más en la vida con los demás, Dios puede con todo eso. Jesús ya lo derroto en la cruz.

 

Y como para Dios el valor de un hombre no está en función de su pasado, sino de su futuro, de lo que puede alcanzar a ser, su pasado queda perdonado. Dios valora el futuro y perdona el pasado. Dios no juzga lo que hemos sido, sino lo que vamos a ser, mientras tengamos vida hay esperanza de crecimiento, de conversión y por tanto de perdón.

 

Algunos de los escribas, los que sabían de la palabra de Dios, se dijeron: «Éste blasfema». “insulta a Dios”. Se pone en evidencia que el Dios de Jesús no era el dios de los dirigentes de su pueblo. Hoy Jesús les diría ¿Qué parte no entendieron?

 

También nosotros corremos el peligro de hacernos un Dios a nuestra medida; con toda honradez debemos detenernos a pensar y discernir quién es nuestro Dios, cómo es: ¿El que predicó Jesús, Dios Padre de misericordia? o ¿una caricatura de él hecha a nuestro gusto y manera? si esto último te ocurre hay tiempo para cambiar, dejar a Jesús que entre en tu corazón, lo transforme y Él sea quien te diga, no temas, tus pecados están perdonados, de ahora en adelante no peques más y sé feliz, muy feliz, estoy contigo…

 

¿Cuántas veces te ha curado Cristo a vos, diciéndote «ponte en pie y camina»?

 

Todos sufrimos diversas clases de parálisis. Por eso nos gozamos que nos alcance una y otra vez la salvación de Jesús, a través de la mediación de la Iglesia. Esta fuerza curativa de Jesús nos llega de manera especial en el sacramento de la Reconciliación, que Jesús encomendó a su Iglesia: «a los que perdonen los pecados les serán perdonados».

 

Jesús nos quiere con salud plena. Ha venido de parte de Dios precisamente a eso: a reconciliarnos, a anunciarnos el perdón y la vida divina. Esta sí que es buena noticia. Como para dar gracias a Dios por su amor, y por habernos concedido en su Hijo, estos signos de su misericordia. ¿Cuánto hace que no sentís estas palabras de Jesús? Tus pedacos te son perdonados.

 

La gente quedó admirada y alababa a Dios. ¿Alguna vez te maravillaste por lo que hizo el amor de Dios perdonándote, reconciliándote, o viendo lo que puede ese amor en la vida de algún amigo tuyo? ¿Vos también hoy estás llamado a admirarte y alabar el nombre de Dios, que es amor.

 

Que Dios te bendiga mucho y haga feliz en el perdón de tus pecados.

 

 

 

Oleada Joven