Evangelio según San Mateo 9,9-13

jueves, 4 de julio de
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Jesús, al irse de allí, vio a un hombre llamado Mateo en su puesto de cobrador de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Mateo se levantó y lo siguió. Como Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, un buen número de cobradores de impuestos y otra gente pecadora vinieron a sentarse a la mesa con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al ver esto, decían a los discípulos: «¿Cómo es que su Maestro come con cobradores de impuestos y pecadores?» Jesús los oyó y dijo: «No es la gente sana la que necesita médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»


Palabra de Dios

 

 


P Guillermo Feldmann Asesor de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Quilmes


Hoy la Iglesia hace memoria de San Antonio María Zaccaria y aprovecho por este intermedio para saludar a las congregaciones de los Barnabitas en su día.


San Antonio María Zacaria antes de ser sacerdote ejerció la profesión de ser médico en Italia, en sus ciudad natal Cremona: es decir fue médico del cuerpo y médico del alma y creo que con esta profesión y esta vocación María Zaccaría llevó a la perfección el Evangelio que se proclama en este día, especialmente cuando Jesús afirma que no son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos… Jesús fue y será siempre nuestro gran médico del alma.

 

Creo que como seguidores de Jesús esto es algo que debemos aprender si queremos convertirnos en seguidores del Señor, porque para eso hemos sido llamados para estar al lado de los pobres, de los que sufren, de los humildes, de los enfermos, de los pecadores, de los que nos necesitan…


Seguramente recordarás la pequeña parábola de la oveja perdida que encierra esta misma idea: “la alegría que le producen los noventa y nueve justos no parece suficiente al buen pastor, que piensa en la que está perdida y que sale a su encuentro”. Tener esta actitud es cumplir con la voluntad de Dios en nuestra vida y que Jesús lo refleja tan bien en este Evangelio cuando nos pide que vayamos a aprender: “Yo quiero misericorcia y no sacrificios."


Sabemos que seguir este camino no es tarea fácil y que muchas veces nos encontramos con grandes obstáculos que surgen de nosotros mismos: la resignación, el querer quedarnos con los brazos cruzados, el miedo al comprometernos, quedarnos con una fe encerrada entre cuatro paredes, la pereza…


Por eso es importante dejarnos interpelar cada día por Jesús, dejar que nuestra fe crezca de su mano. Porque esa misma fe es la que nos pondrá en movimiento: “Ponernos manos a la obra, dejar nuestras comodidades y ponernos al servicio por los que Jesús vino y amó de una manera preferencial”.

 

 

Oleada Joven