Jesús te seguiré

viernes, 5 de julio de

 

 

El “Jesús te seguiré” también tiene sus condiciones, y de hecho en la Palabra Jesús le va a decir a figuras anónimas, que no son los discípulos: “Sepan que el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. Otro le pide permiso para ir a despedirse de los suyos y Jesús les va a decir que ya no hay tiempo, “dejen que los muertos entierren a los muertos”, está hablando de una urgencia evangélica.
 
Uno puede tomar este “Jesús te seguiré” (Lc 9, 57-62) que en el fondo es lo que uno debería poder llegar a decir desde lo hondo del corazón al Señor. Y sería interesante que uno se deje responder por el Señor. ¿Qué me diría el Señor? Uno puede imaginar, tomando los textos evangélicos, qué me podría decir hoy el Señor. Les propongo tres posibles respuestas.
 
 1) “Tienes que nacer de nuevo”
 
Es la respuesta a Nicodemo, que podríamos adaptarla a la ocasión “Si querés seguirme tenés que nacer de nuevo” (Jn 3, 1-ss). Es una invitación a la conversión. No se lo puede seguir al Señor si no hay al menos el intento de conversión. El Señor llama a pecadores pero implica en nosotros un camino de purificación del corazón, la conversión, que no es un cambio de modales, es un cambio en el modo de vivir, en el modo de ser… no es cuidar la vidriera, es desmantelar la trastienda, es ir de a poquito desmantelando las zonas de noche disimuladas que tenemos en el corazón. La conversión no es mejorar un poquito, es reorientar la vida, este es el desafío.
“Jesús te seguiré” y Jesús nos diría como a Nicodemo: “Tenés que nacer de nuevo”. A este hombre judío, inteligente, culto, le decía una especie de: “Nicodemo, no me estudies, seguime; no me conozcas fríamente, conoceme internamente; no me adules, rezame, pedime con corazón de hijo”, este es el desafío. En el fondo Jesús le está diciendo a Nicodemo y nos dice a nosotros, que la condición para poder seguirlo es enamorarse. Nadie sigue a quién no ama, nadie ama a quién no conoce. Enamorarse es este conocimiento interno del Señor que es lo que me seduce para poder seguirlo.
 
Nos decía el P. Arrupe: “Nada puede importar más que encontrar a Dios, es decir, enamorarse de Él de una manera definitiva y absoluta. Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación y acaba por ir dejando su huella en todo. Será lo que decida qué es lo que te saca de la cama en la mañana, qué haces con tus atardeceres, en qué empleas tus fines de semana, lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón, lo que te sobrecoge de alegría y gratitud, enamórate y luego permanece en el amor, verás que todo será de otra manera”.
 
Por lo tanto, quizás, frente a este “Jesús te seguiré” quizás uno podría dejarse decir: Si querés seguirme tendrás que nacer de nuevo.
 
2) Levantate del borde del camino
 
“Jesús te seguiré”, quizás el Señor me diría: “Si querés seguirme tenés que levantarte del borde del camino” (Marcos 10, 46 – ss) aquello que le dice al ciego. Éste hombre que cuando pasa Jesús le grita, los discípulos lo intentan callar, Jesús se da cuenta de aquel grito que tiene una hondura muy especial, lo manda a llamar y los discípulos le dicen aquello tan lindo que ojala nos lo podamos decir nosotros: “Levántate, porque Él te llama”. Y aquel hombre pegó el salto, soltó la túnica. Para un hombre que es ciego y pordiosero la túnica lo es todo, es la seguridad y le permite pasar la noche sin morirse en los lugares que hace frío. El ciego se pone frente al Señor y entonces el Señor le pregunta: “Qué quieres que haga por ti” y él le contesta “Señor, que vea”, y el Señor le dice: “Ve, tu fe te ha salvado”, y concluye el texto diciendo: “Y después lo siguió por el camino”.
El Señor lo cura pero por sobretodo lo levanta del borde del camino. Nadie puede ir detrás del Señor, nadie lo puede acompañar al Señor arrastrándose, es necesario seguirlo de pié. Dios no nos quiere tirados, nos quiere de pie, Dios no nos quiere reptando, nos quiere caminando junto a Él. Quizás la condición para seguirlo al Señor sea esta de levantarnos del borde del camino, y uno podría ponerle nombre a ese borde del camino, es como si el Señor nos dijera: levántate de tu pereza, levántate de tu tristeza, levántate de tu pecado que te tiene hundido, levántate de tus proyectos rastreros.
 
Juan Pablo II en una de las primeras meditaciones de pascua, tomando el texto de Jesús que la hace poner de pie a la hija de Jairo en el evangelio, decía aquello tan lindo en la Plaza San Pedro:
 
Levántate tú que estás desilusionado, levántate tú que ya no tienes esperanza, levántate tú que te has acostumbrado a una vida gris y a los dones de Dios, levántate tú que has perdido la confianza de llamar a Dios papá, levántate tú que sufres, levántate cuando te sientas excluido, abandonado, o marginado.
 
“Jesús te seguiré”, quizás el Señor podría decirnos “si quieres seguirme levántate, te quiero de pie, levántate del borde del camino”.
 
3) Rompé el frasco
 
Y finalmente el Señor podría decirme: “Si quieres seguirme tienes que romper el frasco” Está en Juan 12 en donde aquella mujer unge al Señor con un perfume de nardo carísimo. Los textos paralelos dicen que la mujer rompe el frasco y lo perfuma. El perfume es símbolo de lo más caro, y lo más caro nuestro es el amor… La mujer rompe el frasco, no es que se le cayó y se le rompió, ella lo rompió y al romperlo Judas se escandaliza pensando en cuánto podría valer. Están simbolizadas dos actitudes, romper el frasco como símbolo del derroche, la medida del evangelio es el derroche. Jesús lo enseñó en la multiplicación de los panes, en la pesca milagrosa, en las bodas de Caná, cuando Jesús ama, cuando Jesús nos da, cuando Jesús hace sus milagros, siempre es en clave de derroche. Es un gesto hermoso de esta mujer, rompe el frasco, y es lindo, porque sin darse cuenta es un gesto profético. Por un lado porque Dios Padre ha hecho lo mismo con nosotros, porque Jesucristo es el mejor perfume del Padre, y para ungirnos a nosotros, para redimirnos, rompe el frasco, nos entrega a su hijo a la cruz y después a la resurrección para salvación nuestra. Y esta mujer no solo lo contempla a Jesús sino que lo contempla en la acción, se juega en un gesto, rompe el frasco en un ambiente que además le es hostil, porque entra en un grupo de hombres que la habrán visto como diciendo “si Jesús supiera quién es esta mujer”.
Está bueno preguntarnos: ¿cuál es mi frasco de perfume que todavía no termino de romper? ¿Qué es eso que me todavía me reservo?. Siempre hay algo reservado, algo que no termino de entregarle al Señor, a veces uno dice que algo se reserva para una mejor ocasión pero ¿cuál es la ocasión? No existe la ocasión. Se dice que el amor siempre reconoce la ocasión, y si no la reconoce, el amor es creativo, crea la ocasión para entregar. Seguirlo al Señor es terminar de romper ese frasquito que está ahí metido en el corazón nuestro y que no terminamos de romper para ungir al Señor…
 
Entonces cada uno, dejando que esta pregunta cale hondo en el corazón y podamos preguntarnos:¿y nosotros? Lo mejor de mi amor tiene que ser para ungir a lo derrotado de Cristo entre nosotros: los solitarios de mi familia, o de mi mundo en donde nos toque vivir, los pobres, los enfermos, los que no encuentran sentido a la vida, los presos… cada uno sabrá cuáles son los derrotados, los Cristos derrotados que tenemos en torno a nosotros. Ungimos a todos, pero el mejor de nuestros perfumes es para ellos.
 
Exigencias para seguir a Jesús
 
En estas tres posibles respuestas de Jesús ante el “Jesús te seguiré” nuestro, siempre algo se sacrifica. Nicodemo, sacrifica su estatus social porque seguirlo a Jesús suponía el rechazo de los de su ámbito: desaparece de la escena y recién aparece después en la Pasión. En el caso del ciego tiene que soltar la túnica. Y la mujer tiene que romper el frasco. Siempre en el seguimiento del Señor tiene que haber esta disponibilidad de entrega, esta disponibilidad de soltar aquello que quizás nos está impidiendo seguirlo al Señor, nos está impidiendo pegar el salto como el ciego o nos está impidiendo romper el frasco.
 
Es bueno que nos animemos a sentir muy hondo este seguimiento que para nosotros a veces son decisiones grandes de vida pero que también es un seguimiento en lo cotidiano. El modo cotidiano de seguirlo al Señor es el trabajo de cada día, es asumir la ley desde nuestro pueblo de nuestra gente… éste es nuestro modo de seguimiento además de los modos concretos que el Señor pueda pedirnos a lo largo de nuestra vida a cada uno en particular.
 
 
Autor: Padre Ángel Rossi sj