¡No tengan miedo de fiarse de Cristo!

lunes, 30 de septiembre de
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1. “Queremos ver a Jesús” (Jn 12, 21). Es la petición que algunos “griegos”, que habían acudido a Jerusalén para la Pascua, dirigen a Felipe. El Maestro, advertido de este deseo, comprende que ha llegado su “hora”. La “hora” de la cruz, de la obediencia al Padre siguiendo la suerte del grano de trigo que, cayendo en tierra, se pudre y muere para producir fruto.

Para Jesús ha llegado también la “hora” de la gloria. La “hora” de la pasión, muerte, resurrección y ascensión al cielo. La “hora” en que entregará su vida para recobrarla de nuevo y donarla a todos. La “hora” en que, en la cruz, vencerá el pecado y la muerte en beneficio de toda la humanidad.

También nosotros estamos llamados a vivir esa “hora”, para ser “honrados” juntamente con él por el Padre.

Amadísimos jóvenes de Roma y del Lacio, me alegra encontrarme con ustedes. Saludo (..) a todos ustedes, amadísimos amigos presentes en la plaza o que nos seguís mediante la televisión.

2. Hace veinte años, al concluir el Año santo de la Redención, entregué a los jóvenes la cruz, el madero en el que Cristo fue elevado de la tierra y vivió la “hora” para la cual había venido al mundo. Desde entonces esa cruz, peregrinando de una Jornada de la juventud a otra, está recorriendo el mundo sostenida por los jóvenes y anuncia el amor misericordioso de Dios, que sale al encuentro de todas sus criaturas para restituirles la dignidad perdida a causa del pecado.

Gracias a ustedes, queridos amigos, millones de jóvenes, al mirar esa cruz, han cambiado su existencia, comprometiéndose a vivir como auténticos cristianos.
 
3. Amadísimos jóvenes, permanezcan unidos a la cruz. Miren la gloria que les espera también a ustedes. ¡Cuántas heridas sufre su corazón, a menudo causadas por el mundo de los adultos! Al entregarles una vez más idealmente la cruz, los invito a creer que somos muchos los que confiamos en ustedes, que Cristo confía en ustedess y que sólo en Él está la salvación que buscan.
 
¡Cuán necesario resulta hoy renovar el modo de acercarnos a los jóvenes para anunciarles el Evangelio! Ciertamente, debemos replantear nuestra propia situación para evangelizar el mundo juvenil, pero con la certeza de que también hoy Cristo desea que lo vean, de que también hoy quiere mostrar a todos su rostro.

4. Queridos jóvenes, no tengan miedo de emprender caminos nuevos de entrega total al Señor y de misión; sugieran ustedes mismos cómo llevar hoy la cruz al mundo.

(…)

Alimentados con la Eucaristía, unidos a la Iglesia y aceptando sus cruces, hagan que explote en el mundo su carga de fe y anuncien a todos la misericordia divina.

 

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5. En este camino, no tengan miedo de fiarse de Cristo. Ciertamente, aman el mundo, y hacen bien, porque el mundo fue creado para el hombre. Sin embargo, en un determinado momento de la vida, es preciso hacer una opción radical. Sin renegar de nada de lo que es expresión de la belleza de Dios y de los talentos recibidos de él, hay que ponerse de parte de Cristo, para testimoniar ante todos el amor de Dios.

(…)

Miren que seguir a Cristo no significa renunciar a los dones que nos concede, sino elegir un camino de entrega radical a él. Si llama a este camino, el “sí” resulta necesario. Por tanto, no tengáis miedo de entregaros a él. Jesús sabe cómo debéis llevar hoy su cruz en el mundo, para colmar las expectativas de muchos otros corazones jóvenes.

6. ¡Cómo han cambiado los jóvenes de hoy con respecto a los de hace veinte años! ¡Cómo ha cambiado el contexto cultural y social en el que vivimos! Pero Cristo, no, Él no ha cambiado. Él es el Redentor del hombre ayer, hoy y siempre.

Así pues, pongan sus talentos al servicio de la nueva evangelización, para recrear un entramado de vida cristiana.

El Papa está con ustedes. Crean en Jesús, contemplen su rostro de Señor crucificado y resucitado, un rostro que muchos quieren ver, pero que, a menudo, está velado por nuestro escaso celo por el Evangelio y por nuestro pecado.

¡Oh Jesús amado, oh Jesús buscado, revélanos tu rostro de luz y de perdón! ¡Míranos, renuévanos, envíanos!

Muchísimos jóvenes te esperan y, si no te ven, no podrán vivir su vocación, no podrán vivir por ti y contigo, para renovar el mundo bajo tu mirada, dirigida al Padre y, al mismo tiempo, a nuestra pobre humanidad.

 

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7. Amadísimos amigos, con creatividad siempre nueva, inspirada por el Espíritu Santo en la oración, sigan llevando juntos la cruz que les entregué hace veinte años.

Los jóvenes de entonces han cambiado, como también  yo  he cambiado, pero vuestro corazón, como el mío, tiene siempre sed de verdad, de felicidad, de eternidad y, por tanto, es siempre joven.
 
Esta tarde pongo nuevamente mi confianza en ustedes, esperanza de la Iglesia y de la sociedad. ¡No tengan miedo! Lleven por doquier, a tiempo y a destiempo (cf. 2 Tm 4, 2), la fuerza de la cruz, para que todos, también gracias a ustedes, puedan seguir viendo y creyendo en el Redentor del hombre. Amén.



Juan Pablo II

Plaza de San Pedro, jueves 1 de abril de 2004

Encuentro del Papa Juan Pablo II con los jóvenes de Roma, como preparación para la XIX Jornada Mundial de la Juventud.


 

Milagros Rodón