Una tienda vacía

martes, 1 de octubre de
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Las tribulaciones de Jesús. ¡Qué misterio! ¿O sea, que también Él tiene tribulaciones? Sí, claro que las tiene, y a menudo se encuentra solo pisando el vino en el lagar. Busca consoladores y no los encuentra… Muchos sirven a Jesús cuando los consuela, pero pocos se avienen a hacer compañía a Jesús cuando duerme sobre las olas o cuando sufre en el huerto de la agonía… ¿Quién, pues, querrá servir a Jesús por Él mismo…? ¡Lo haremos nosotras…! Celina y Teresa se unirán cada vez más, en ellas se cumplirá esta oración de Jesús: «Padre, que sean uno, como nosotros somos uno».


Sí, Jesús nos prepara ya su Reino, como su Padre se lo ha preparado a Él. Nos lo prepara dejándonos en la tribulación. Quiere que nuestro rostro sea visto por las criaturas, pero que esté como escondido para que nadie más que Él nos reconozca… Pero también ¡qué felicidad pensar que Dios, la Trinidad entera nos está mirando, que vive en nosotras y se complace en contemplarnos! ¿Y qué es lo que quiere ver en nuestro corazón, sino «coros musicales en un campo de batalla»? (Cant, cap.7, v. 1). «¿Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera…? Nuestras arpas llevan ya mucho tiempo colgadas en los sauces de sus orillas», ¡ya no sabemos utilizarlas…! Nuestro Dios, el huésped de nuestras almas, lo sabe, y por eso viene a nosotras con la intención de encontrar una morada, una tienda vacía en medio [2vº] del campo de batalla de la tierra. No pide más que esto, y Él mismo es el músico divino que se encarga del concierto… ¡Ah, si escuchásemos esa inefable armonía, si una sola de sus vibraciones llegase a nuestros oídos…!

«Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede
por nosotros con gemidos inefables» (san Pablo). Lo único, pues, que tenemos que hacer es rendir nuestra alma, abandonársela a nuestro gran Dios. ¿Qué importa, entonces, que carezca de los dones que brillan a exterior, si dentro de ella resplandece el Rey de reyes con toda su gloria?


Fuente: Obras Completas Teresa de Lisieux- Carta 165 A Celina

 

Oleada Joven