Dios mío, lejos de desalentarme
a la vista de mis miserias,
vengo a ti confiada, acordándome de que
sino los enfermos”.
Te pido, pues, que me cures,
que me perdones,
y yo, Señor, recordaré que
“el alma a la que más has perdonado
debe amarte también más que las otras.”
Te ofrezco todos los latidos de mi corazón
como otros tantos actos de amor
y de reparación,
y los uno a tus méritos infinitos.
Y te pido, que seas Tú mismo
el Reparador de mi alma
y que actúes en mí
sin hacer caso de mis resistencias.
En una palabra, ya no quiero
tener más voluntad que la tuya.
Y mañana, con la ayuda de tu gracia,
volveré a comenzar una vida nueva,
cada uno de cuyos instantes
será un acto de amor y de renuncia.
Santa Teresita del Niño Jesús