En aquel tiempo, Jesús dijo al jefe de los fariseos que lo había invitado a comer:
«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado.
Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos».
Palabra de Dios
P. Maximiliano Turri Asesor de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Chascomús
Vivir la experiencia de dejarse encontrar por Jesús, dejarse transformar por su amor, es una situación que genera una nueva forma de vivir. Quien ha experimentado la presencia de Dios ya nunca será igual.
El Evangelio de hoy es esa invitación. Jesús no va a cualquier casa, él entra en la del principal fariseo y lo invita a vivir esta realidad, realidad que lo conduce a la apertura de los demás, y no de cualquiera, sino de los más despreciados, a los que no iban a poder devolvérselo.
Este Evangelio es una muy buena ocasión para preguntarse sobre la motivación, el interés, o qué buscamos con lo que hacemos. No basta solamente tener una buena intención, los actos son los que señalan nuestro obrar, y no son solamente nuestras obras, sino también lo que nos mueve a hacerlo. Aquello de San Pablo: “aunque yo repartiera todos mis bienes, si no tengo amor, no me sirve de nada”.
El Evangelio será siempre una invitación primero para dar lo que se tiene, pero no solamente eso, sino también será una continúa invitación a darse, jugarse con aquel con quien se está colaborando.
La vida cristiana es una constante entrega a la vida de los demás, porque es ahí donde descubrimos la verdadera felicidad, que nos permite experimentar el paso de Dios en nosotros. La vida cristiana es salirse de sí mismo, es abrirse a nuevas realidades, hacia nuevos mundos, hacia horizontes nuevos. Vivir la vida cristiana nunca será aburrido, porque siempre nos dejará profundizar la belleza de una vida humana; vida humana que no debe cerrarse, que no debe esconderse en mezquindad, en la cortedad de la entrega; vida humana que ante el encuentro con Jesucristo, el Dios hecho hombre, se ve transformada por un amor transformante, sin diferencia, sin discriminación.
Qué bueno es que en Dios y en su Palabra siempre estamos siendo motivados a más; qué suerte que la monotonía o la rutina no caben en la vida cristiana.
El Evangelio es invitación y a la vez fuerza para hacerlo, siempre estemos atentos a nuestras obras y la motivación que tenemos al hacerlas.
Que tengas un hermoso día. Que Dios te bendiga.