Alegres en la esperanza

lunes, 4 de noviembre de
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El cristiano sabe que siempre son más las razones para ser feliz y no las contrarias, sabe que hay una motivación constante que justifica su serenidad,  y que su testimonio tiene mucho que ver con esa motivación de fondo, tenaz como la muerte.


La alegría, parafraseando a Pedro, es exactamente lo que da razón a la esperanza que hay en nosotros (cf. 1 Ped. 3, 15), es lo que la hace evidente y convincente. Alegría que nace de la certeza de que lo esencial ha sido dado, ya lo poseemos y de forma definitiva, aunque debemos atender al cumplimiento pleno, y debemos aceptar ahora vivir en la espera, en el esfuerzo, en la contradicción con cuanto parece opornerse a dicho cumplimiento, en la desilusión de ver la obra del espíriu del mal y de la oscura tristeza, aparentemente vencedora, continuando siempre con la siembra “entre lágrimas” de la buena semilla. Eso que florecerá más adelante.


 

La alegría -a veces- es solo esta certeza escondida, esta espera ardiente y activa, esta conciencia grata y apaciguadora de estar en la verdad, nostalgia del Esposo, esperanza que no desiste, con el rostro sereno apenas inclinado a la sonrisa. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “La paz interior encuentra su fuente en el amor. Consiste en una alegría inalterable del alma que está en Dios. La llamamos paz del corazón. Es una degustación inicial de la paz de los santos que están en la paria, de l paz de la eternidad”.

Auque aquí abajo no siempre es pacífica.

 

Fuente: “La alegría, sal de la vida cristiana” Autor: Amadeo Cencini

 

Oleada Joven