En estos últimos días, he particularmente prestado atención a la buena acción, al gesto de delicadeza de ceder el paso. Corrijo, más que yo prestarle atención se me presentaron de tal forma que no podía dejarlos pasar sin rumiarlo corazón adentro.
Ceder el paso. Inmediatamente lo definiría como un gesto de buena educación, de cortesía, de amabilidad, de respeto. Pero no me basta, y el Amor me señala que además de todo ello, se trata de dar el lugar al otro y darle el primer lugar. Que ése “otro” que es mi hermano sea mi primer opción y que prevalezca por sobre cualquier andar rápido, preocupación o vida acelerada. No importa qué tan apurado esté, me importa elegir a mi hermano.
Ceder el paso implica mucho, aunque aparentemente sólo se trate de segundos y a su vez, ¿cuántas veces no lo hacemos porque “perdemos” segundos?. Exige estar atento tanto y más como al celular. El Amor no es una pérdida de tiempo, por el contrario, hace fecundo el tiempo. Dios se encargará de lo que te ocupa.
Hay muchas oportunidades diarias de ello y en cada sitio y situación: en la calle entre conductores, para con los peatones, al subir/ bajar del colectivo, en las puertas giratorias de un negocio, en la fila del supermercado, etc. No sólo para con los abuelos, embarazadas, mujeres, etc que puede a veces le cedamos el paso para calmar la conciencia y lo hacemos a la fuerza.
Se trata de amar y amar más. De hacerlo con alegría.
Ceder el paso es en definitiva, darle lugar el primer lugar al Amor.
¡Que el Amor se abra paso en nosotros!
barrilete
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