Evangelio segun San Lucas 5, 17-26

viernes, 3 de diciembre de

 Un día, mientras Jesús enseñaba, estaban allí sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea, de la región de Judea y de Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a sanar enfermos. En esto, aparecieron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y buscaban cómo presentárselo a Jesús; pero, como no veían la manera de hacerlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron en la camilla a través del tejado y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo la fe que tenían, Jesús dijo: «Hombre, tus pecados quedan perdonados».
Los escribas y los fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?» Pero Jesús, dándose cuenta de lo que pensaban, les dijo: «¿Qué es lo que están pensando? ¿Qué es más fácil decir: Tus pecados quedan perdonados, o decir: Levántate y camina? Pues ahora sabrán que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder para perdonar los pecados». Entonces se dirigió al paralítico y le dijo: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».
El se levantó inmediatamente en presencia de todos, tomó la camilla en que lo llevaban y se fue a su casa alabando a Dios. Todos quedaron maravillados y alababan a Dios, llenos de temor, diciendo: «Hoy hemos visto cosas extraordinarias».

 

Palabra de Dios

 


Monseñor Carlos José Ñañez  Obispo de la Arquidiócesis de Córdoba

 

Un saludo cordial a toda la audiencia de Radio María, y, muy especialmente, a los jóvenes que siguen la radio a través de Oleada Joven.

 

El Evangelio que la Iglesia nos propone hoy nos muestra a Jesús en medio de la gente, y entre esa multitud nos señala que había numerosos escribas y fariseos venidos de diversas partes. La escena es impresionante, mucha gente rodea a Jesús y eso impide acercarse a Él.

Hay algunos que traen a un enfermo, lo traen en camilla y no pueden llegar hasta Jesús; pero no se dan por vencidos, incluso con ingenio buscan un modo que no es otro sino el de abrir un agujero en el techo y desde allí hacer bajar la camilla para que este hombre pueda estar delante de Jesús. Ese ingenio es la expresión de ese anhelo hondo, de esa fe y de esa confianza a toda prueba que ponen de manifiesto delante de Jesús. Y precisamente Jesús reacciona apreciando esa fe, la fe de todos; no solamente del hombre que es puesto delante de Él en la camilla, sino también la fe de aquellos que lo han acercado hasta Él. Lo cual nos está indicando también que en esto de creer debemos ayudarnos mutuamente, en esto de confiar tenemos que estimularnos mutuamente.

 

Frente al enfermo Jesús también otorga un beneficio que va a la raíz de todos los males porque lo primero que el Señor dice allí, en confianza, “tus pecados quedan perdonados”. Una realidad que a lo mejor el enfermo no tenía presente si confiaba en Jesús, y desde esa confianza obtiene mucho más de lo que Él se imaginaba, un beneficio que supera todas las expectativas.

Frente a esto que Jesús otorga a este hombre viene la reacción de esos escribas y fariseos venidos de todas partes, que renuevan una vez más su reticencia, su resistencia frente al Señor, “¿Cómo puede este decir que los pecados le quedan perdonados, si sólo Dios puede perdonar los pecados?”

Entonces Jesús realiza el gesto de la curación como para ratificar que lo que Él ha dicho se cumple efectivamente y que los pecados le han sido perdonados a este hombre, y por eso lo cura también de su parálisis, gesto maravilloso que hay que leerlo con fe.

 

Nosotros en estos días estamos esperando a Jesús en el Adviento que vamos viviendo, aproximándonos a la Navidad, y es bueno que el sentimiento que prevalezca en nuestro corazón sea el de la confianza, porque este Señor que viene tiene algo para ofrecerme. Entonces es una confianza que me abre a la fe, Él es el Salvador, Él es el que perdona los pecados, Él es el que devuelve la capacidad de caminar; porque el pecado es algo que me paraliza, me inutiliza, como a este pobre hombre que estaba postrado en la camilla. La confianza, la fe en Jesús me abre a la salud, a la salvación, me devuelve la capacidad de caminar.

 

Por eso puede ser una invitación que este Evangelio suscite en nosotros, que asombrados como la multitud le pidamos también nosotros al Señor el don de la fe, una fe llena de confianza, como alguna vez le pidieron los discípulos a Jesús “Señor auméntanos la fe”. Qué bueno que en este Adviento nosotros le pidamos al Señor “Señor auméntanos la fe, para que podamos desde esa fe, llena de confianza, recibirte en la próxima Navidad”.

 

Ese es mi augurio para todos ustedes mis queridos oyentes, un augurio que me formulo a mí mismo, que pidamos esa fe y que tengamos esa fe en nuestro corazón.

Con mi bendición, hasta pronto.

 

Oleada Joven