Evangelio según San Marcos 6,45-52

jueves, 9 de enero de
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En seguida, Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras él despedía a la multitud.
Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar.

Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y él permanecía solo en tierra. Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo.Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar,porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero él les habló enseguida y les dijo: “Tranquilícense, soy yo; no teman”.

Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó. Así llegaron al colmo de su estupor,porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.


Palabra de Dios



 


P. Jorge Rodríguez integrante del equipo de Asesores de la Pastoral de Juventud de la Diócesis de Lomas de Zamora. Vicario en la parroquia San Francisco de Asís

 

En este jueves tenemos la gracia de “encontrarnos”. Encontrarnos entre nosotros y con el Señor que quiere hacérsenos compañero de camino, que quiere subirse a nuestra barca para que no tengamos miedo.

Después del milagro de la multiplicación de los panes, los discípulos no entendían nada. Era mucha la gente que se sació con 5 panes y 2 pescados. Pero lo que a mí siempre me quedaba picando en el corazón de ese episodio es la orden del Señor: ¡Denles de comer ustedes mismos! Como si Jesús nos dijera: ¡Háganse cargo del hambre de sus hermanos! Ahora Jesús los hacía pasar del otro lado del lago, mientras Él pasó un rato largo rezando, abriéndole el corazón al Padre.

Cuando la tarde caía, empezó a soplar viento en contra. ¡Qué difícil es “remar con viento en contra”! ¡Qué difícil es cuando nosotros queremos seguir a Jesús, hacer lo que nos dice, y parece que vamos a contramano! Sin embargo, Jesús nos mira y se compadece. Él no nos abandona. Por eso, cuando ve que más nos cuesta, nos sale al paso para ayudarnos.

Los discípulos, al verlo, se asustaron. Y claro, se lo encontraron caminando sobre el mar. ¡Flor de susto se habrán pegado! Sin embargo, cuándo más difícil se hacía remar, cuando tenemos miedo, Jesús nos dice: “Tranquilícense, soy yo; no teman”. ¡Qué bien nos hace escuchar esas palabras de Jesús: “Tranquilícense, soy yo; no teman”! Y con Jesús en la barca, ya no hay nada que temer, el viento se calma y se hace más fácil avanzar.

Quizá el Señor nos está invitando a dejarlo entrar en nuestra barca. Quizá nos vea que estamos dejando los huesos, remando contra corriente, y quiere venir a nosotros para que descansemos un poco. Quizá quiera subirse a nuestra barca para alejar todos esos vientos que nos alejan de Dios. Quizá quiera venir a estar con nosotros para que no tengamos miedo. Pero todos estos “quizá” podrán llegar a ser realidad sólo si lo dejamos subir. ¡Animate a dejarlo que suba a tu barca, no te vas a arrepentir!


 

Oleada Joven