Evangelio segun San Marcos 2, 18-22

lunes, 20 de enero de
image_pdfimage_print

En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: “Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?” Jesús les contestó: “¿Es que pueden ayunar los amigos del novio mientras está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán”.


Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado, porque la pieza tira del manto -lo nuevo de lo viejo- y deja un roto peor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos”.


Palabra de Dios



 

P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay


En el Evangelio de hoy, el Señor nos regala esa famosa frase: “Vino nuevo en odres nuevos”. les invito a que reflexionemos sobre ella. En primer lugar hay que decir Jesucristo, en todo su Evangelio, nos hace un continuo llamado a lo nuevo. Ciertamente, muchos contemporáneos no tuvieron oídos para semejante invitación. Y es que en tiempos de Jesús, la religión hacía ya mucho que había dejado de ser un espacio de novedad y vida.


¿Sabían ustedes que una de las páginas más tristes de la Biblia es aquella que da comienzo al libro del Eclesiastés? Parece que el autor estaba al escribir éstas páginas, sumido en una gran depresión. ¿Saben cuál era la causa de su depresión? Que pensaba que ya no había nada nuevo bajo el Sol. Sí, esa frase que a veces repetimos sin saber, “no hay nada nuevo bajo el Sol”, tiene mas de dos mil quinientos años. Dice el Eclesiastés: “Vanidad, pura vanidad. ¿Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que hace bajo el Sol? Una generación se va y otra viene, y la tierra siempre permanece. El Sol sale y se pone. El viento va hacia el Sur y gira hacia el Norte. Va dando vueltas y vueltas. Todos los ríos van al mar, y el mar nunca se llena. Lo que fue, eso mismo será. Lo que se hizo, eso mismo se hará. Conclusión: no hay nada nuevo bajo el Sol.”


Tremendo, ¿no? Es un himno a la desesperanza. Jesús viene hoy a dar por tierra con esta depresión generalizada. Depresión que se había enquistado en el corazón mismo de Israel, que había construido una religión cerrada a la novedad. Obviamente, si el lema religioso de ese tiempo era “No hay ni debe haber nada nuevo bajo el Sol”, ¿cómo no ser una religión anquilosada, cerrada a lo nuevo, momificada, inerte, incapaz de dar vida? ¿Cómo no ser una religión que se pierde la novedad del Reino?


El gran problema es que, muchas veces,los hombres de religión corremos el peligro de petrificar a Dios, justificando aquello de que muchos piensen que en Dios no hay nada nuevo, que en Dios ninguna novedad es posible. Es increíble y triste que los hombres religiosos, los hombres de Dios, los que debiéramos ser paladines de lo nuevo, anunciadores de lo nuevo, acabamos siendo muchas veces para el mundo defensores recalcitrantes de lo viejo. Gracias a Dios, Cristo viene una vez más con su Evangelio a recordarnos que Dios tiene novedades para nosotros. La pregunta es: ¿estamos nosotros abiertos a lo nuevo? Vino nuevo.


En el Evangelio vemos a Jesús dando por tierra con una de las cosas en la vida de una comunidad religiosa: el aburrimiento, la tristeza. Me encanta esto de que los discípulos de Jesús son llamados bebedores y comedores. Porque con ello, Jesús da muestras de que el hombre religioso sí sabe de fiestas. Siempre me impresionó eso de que, en la vida, Jesús fue a muchas fiestas y celebró varios banquetes.


Recuerden, por lo pronto, que en la boda de Caná es Jesús mismo quien se pone con el vino que falta y regala vino en abundancia y regala vino del bueno. ¡Cuánto bien nos hace volver la mirada sobre ese Jesús que sabe hacer fiesta, que sabe darnos vino nuevo y vino del bueno! Cuánto bien nos hace sentir que con Cristo nuestra vida no es monotonía, aburrimiento, depresión o tristeza. Sino que con Cristo, nuestra vida es alegría, es gozo, es banquete compartido, es fiesta, es vino en abundancia, es Reino.


Recuerdo una niña en el Hogar de Cristo en Chile que, en medio de una misa, cuando el jesuita que celebraba abrió la posibilidad de que, el que quisiera, hiciese peticiones, ella dijo: “Jesús, te pido por los malos para que sean más buenos. Y te pido por los buenos para que no anden siempre con la cara triste”. Si supiéramos acoger al vino bueno, el vino nuevo, la vida nueva que Cristo nos regala con su presencia y Evangelio, les aseguro que jamás andariamos los cristianos con la cara triste Jesús hoy nos dice que ha llegado el vino nuevo. Recuerden que el vino es signo de fiesta. El que se pierde el vino, se pierde la fiesta. El problema es si tenemos nosotros preparados los odres nuevos.


Pidámosle a María, que supo decirle “Sí” a la novedad que Dios le traía a su vida, que nos alcance la gracia de decirle también nosotros “Sí” al vino nuevo de Dios. Que así sea.

 

Oleada Joven