Evangelio según San Marcos 4,35-41

viernes, 31 de enero de
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Al atardecer de ese mismo día, les dijo: “Crucemos a la otra orilla”. Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.

Lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?”. Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!”. El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
Después les dijo: “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”.  Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: “¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?”.


Palabra de Dios



 

 

Monseñor Fernando Malettí Obispo de la Diócesis de Merlo – Moreno

 

 

Queridos muchachos y chicas, hoy nos habla la Palabra de Dios de la tempestad calmada; es el evangelio que nos habla de los miedos que se superan con Jesús. En la vida hay muchas tormentas y tempestades, y s iempre tenemos que pedir la mirada y la intervención de Jesús. Como el evangelio en el que los discípulos le dicen “Salvanos Señor que nos hundimos” y Él les responde “¿por qué tienen miedo, hombres de poca fe?.”

 

En los momentos difíciles de la vida, en las tormentas, en nuestros corazones y en el caminar cotidiano, como cristianos no podemos nada sin el Espíritu. El Espíritu es la fuerza misericordiosa de Dios que se nos va regalando. En nuestra misión como jóvenes cristianos que tenemos que anunciar a Jesucristo, sin el Espíritu es un esfuerzo vano. En realidad todas nuestras actividades y tareas cotidianas, sin el Espíritu serviría únicamente para construir torres de barro.

 

Es el Espíritu el que viene en nuestra ayuda cuando nuestra debilidad es grande, así como le pasó a los discípulos en medio de la tormenta. Y esta ayuda del Espíritu la necesitamos incluso para rezar, es el Espíritu de Dios en nosotros que se hace oración, los gemidos inefables de Dios. Por eso tenemos que pedirle al Espíritu que inteceda por nosotros… A veces los gemidos, y también los del del Espíritu pueden ser de dolor, de esperanza, pueden ser de intercesión, de alabanza y agradecimiento, o también de puro amor.

 

Por eso recemos en los momentos difíciles de la vida como los apóstoles “Señor, nos hundimos” en y con el Espíritu. A Dios se reza desde Dios. Los bendigo y les deseo todo bien.     

 


 

Oleada Joven