Historias del Antiguo Testamento – LA DEPRESIÓN DE ELÍAS: “Esto también pasará”

viernes, 7 de febrero de
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LECTURA: Primer Libro de los Reyes, Capitulo 19

Creo que muchas veces no prestamos demasiada atención a las historias del antiguo testamento, quizás porque sea algo a veces difícil de comprender tanto por la forma literaria en la que está escrita, como por el contexto en el que fue escrito, justamente para darla una correcta interpretación.


Muy pocos católicos se atreverían a meterse en tema (por lo menos los más jóvenes). Por eso me pareció buena idea hablar de algunos temas que aparecen en el Antiguo Testamento, ya que también son enseñanzas para nosotros, ¡y muy actuales por cierto!


Elías

Seguramente escucharon hablar alguna vez del profeta Elías. Como nosotros, él también sufrió sus momentos de prueba, a pesar de que era un “elegido” de Dios para llevar su palabra a los israelitas.


Y él entró en crisis. Elías había matado a los profetas de Baal (Dios pagano) en el monte Carmelo, en un recordado episodio donde se puso a prueba a ver quiénes seguían al verdadero Dios. Para más detalles leer el Primer Libro de los Reyes, capitulo 18 versículos del 20 al 46.


Cuando Jezabel, esposa del rey que llevo al pueblo a la idolatría, se enteró de lo que había pasado, mando a decir a Elías: «Que los dioses me castiguen si mañana, a la misma hora, yo no hago con tu vida lo que tú hiciste con la de ellos»

Claro, ante esa situación, lleno de miedo, Elías escapó. Ante esa circunstancia, se deprimió.


¿Por qué sabemos que se deprimió?

Dice la palabra: “…caminó un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una retama. Entonces se deseó la muerte y exclamó: « ¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres!» ”


‘Basta ya’, una expresión que creo muchas veces habremos utilizado en nuestras vidas. ¿Cuántas veces nos sentimos cansados, excedidos, sin esperanza, desilusionados y sin ya más ganas de vivir? Y no hablamos de suicidio, de hecho Elías no se quería matar, sino le pidió a Dios que se lo llevara, no renegó de Él, sino que le pidió ayuda. Pero para Elías, la única solución era morir.


Y esta parte me encanta: Estando el acostado bajo una retama, esperando la muerte, se le aparece un ángel con comida y le dice “Levántate y come”. Elías se levantó y comió lo que había, pero sumido en la depresión se volvió a acostar. El ángel, insistente, le vuelve a decir: « ¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho por caminar!».


¡Qué situación tan común en estos días! Cuantas personas conocemos que alguna vez han estado en una situación difícil, o incluso nosotros mismos, estando mal ¿acaso no ha aparecido algún amigo/a que no haya dicho “¡¡vamos!! Hay que seguir”?


Y ahí está Dios, mandando a sus ángeles de hoy diciéndonos que aún hay mucho por caminar. Vamos a estar en un desierto, tirados, sin ganas de seguir, y Dios vendrá a decirnos que no nos podemos quedar ahí, nos alimentará y nos dirá que tenemos que continuar.


Y finalmente viene el encuentro con Dios: Elías caminó y entró en una gruta y se quedó allí hasta que Dios le pregunto “¿Qué haces aquí Elías?”. El, aún afligido, le cuenta sus sentimientos «Me consumo de celo por el Señor, el Dios de los ejércitos, porque los israelitas abandonaron tu alianza, derribaron tus altares y mataron a tus profetas con la espada. He quedado yo solo y tratan de quitarme la vida».


Y acá viene la clave, donde el profeta finalmente sale de su pozo, Dios le dice “Sal”.


Una palabra tan simple que lo cambia todo “Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor”. Entonces hay una manifestación magnifica de Dios: hubo un fuerte viento, un terremoto, fuego, pero el Señor no estaba en ninguno de esos lugares. En cambio, al sentir Elías una brisa suave, se dio cuenta de que allí estaba Dios, en lo simple, en lo sencillo.


Y Dios le vuelve a preguntar “¿Qué haces aquí Elías?” y la respuesta es la misma, pero la actitud es otra. A lo que inmediatamente Dios responde: «Vuelve por el mismo camino, hacia el desierto de Damasco. Cuando llegues, ungirás a Jazael como rey de Aram. A Jehú, hijo de Nimsí, lo ungirás rey de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, lo ungirás profeta en lugar de ti. Al que escape de la espada de Jazael, lo hará morir Jehú; al que escape de la espada de Jehú, lo hará morir Eliseo. Pero yo preservaré en Israel un resto de siete mil hombres: todas las rodillas que no se doblaron ante Baal y todas las bocas que no lo besaron».

Elías vuelve y cumple la misión que Dios le encomendó.


Es toda una historia, con la que podemos concluir con varias cosas. Como el profeta, nosotros también, incluso cuando tratemos de seguir el camino de Dios, vamos a tener pruebas, y quizás también tengamos esos momentos de desesperación, de no querer seguir.


Sin embargo, Dios no nos deja. Cuando estemos mal, el vendrá y nos animará a seguir. Y vendrá en la brisa suave, en lo sencillo, porque Dios es así.


Quizás necesitemos reconocer a Dios en las personas que nos rodean, en lo sencillo. Son las cosas que hacen que sigamos adelante. Y no solo eso, también tenemos el deber de “cuidar” de nuestros amigos, de animarlos a no desfallecer. Esa es la Iglesia también.


Así que amigo/a, si estas mal, no te preocupes, es solo un rato. Dios no se ha olvidado de vos. El pronto enviará a su ángel para que te alimente y te de fuerzas de nuevo. Acordate que hasta Jesús fue consolado por un ángel en el Getsemaní, antes de su entrega.


Termino con una frase que escuché de alguien que reflexionaba sobre esta misma lectura: “Los momentos de prueba van a seguir, vamos a tropezar muchas veces y nos desanimaremos más de una vez. Pero Dios siempre viene a rescatarnos. Y te vas a acordar de cada vez que Dios te ayudó, y vas a entender y a decir finalmente ‘No tendría que preocuparme tanto, si Dios está conmigo ESTO TAMBIÉN PASARÁ‘”.

 

Jorge Orellana