Pregúntale a la rosa

miércoles, 12 de febrero de
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Pregunté a mi rosa, y mi rosa me contestó…


Prólogo

“-En tu tierra –dijo el Principito- los hombres cultivan cinco mil rosas en un mismo jardín… Y no encuentran lo que buscan…
-No lo encuentran… –respondí.
-Y, sin embargo, lo que buscan podría encontrarse en una sola rosa o en un poco de agua…
-Seguramente –respondí.
Y el Principito agregó:
-Pero los ojos están ciegos. Es necesario buscar con el corazón.”

No lo olvides; perderás la vista
si pierdes tu corazón.
Si con los ojos abiertos
no das con la vida,
tu corazón guardado
está perdiendo su visión.

Sólo si pones tu corazón en una cosa,
por más pequeña sea,
el ver, se volverá tu pasión;
se soltará tu lengua,
y emocionado
comenzarás entonces la canción,
con que cantar a la vida
y agradecerle a Dios,
el haberte dado ojos
y para ver:
un corazón.

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Pregunté a mi rosa,
si al hablar con ella,
mi tiempo, perdía.
Y mi rosa me contestó:
-“El tiempo que perdiste por tu rosa,
dirá al final, cuánto tu rosa valía”.

Pregunté a mi rosa:
-¿Con quién se había ido su belleza
que por tiempo no la veía?
Y mi rosa me contestó:
-Con la belleza que un día,
miraste a tu propia vida.

Pregunté a mi rosa:
-¿Por qué demoraba su belleza
y aún, completa, no se abría?
Y mi rosa me contestó:
-Belleza es ya esperar,
lo que un día se vería.

Pregunté a mi rosa:
-¿Por qué hay una sola belleza
junto de tantas espinas?
Y mi rosa me contestó:
-Porque un sí a una belleza,
son muchos no a la mentira.

Pregunté a mi rosa:
-¿Dónde guarda su belleza
para no ser destruida?
Y mi rosa me contestó:
-En lo que guardan los ojos,
de lo que ayer, ellos veían.

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Pregunté a mi rosa:
-¿Dónde estaba su riqueza,
ya que bienes, no tenía?
Y mi rosa me contestó:
-Aunque bienes no haya afuera
la riqueza está escondida.

Pregunté a mi rosa,
si temía a la maldad de las hormigas.
Y mi rosa me contestó,
que más le temía a la bondad
que (por temor a los otros),
en su amor, nunca se abría.

Pregunté a mi rosa
si recordaba las manos
que la trataron mal un día.
Y mi rosa me contestó:
-Recuerdo las que me tomaron
y sanaron mis heridas.

Pregunté a mi rosa:
-¿Dónde estaba, cuando la casa
en fuego, ardía?
Y mi rosa me contestó:
-Salvando la memoria,
que reconstruirla, podría.

Pregunté a mi rosa:
-¿Dónde se había metido,
cuando todo mal, salía?
Y mi rosa me contestó:
-Cuando todo se ve negro,
para el rosa, no hay cabida.

Pregunté a mi rosa:
-¿Por qué no aceptan los hombres
lo que con amor, les convidas?
Y mi rosa me contestó:
-Porque creen que igual que ellos,
después, se los cobraría.

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Pregunté a mi rosa:
-¿De dónde saca el fuego,
el color que en ella ardía?
Y mi rosa me contestó:
-De las ganas de vivir,
con que la enciende cada espina.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo consigue su paz
y su preciosa armonía?
Y mi rosa me contestó:
-En la fidelidad a lo poco;
y día a día.

Pregunté a mi rosa
si el hablar con los hombres,
a las plantas, bien le hacía.
Y mi rosa me contestó:
-A las plantas, bien le hace,
pero a los hombres, más todavía.

Pregunté a mi rosa
si la gota que en su pétalo, pendía,
era fruto del rocío, o más bien de alguna herida.
Y mi rosa me contestó:
-Ese es Dios, que al ver a un niño,
llora, de tanta alegría.

Pregunté a mi rosa:
-¿Por qué si hay tanta tierra,
tan pocas rosas, los hombres, tenían?
Y mi rosa me contestó:
-Es que desprecian la rosa,
que en su pobre tierra, recordará sus vidas.

Pregunté a mi rosa
si no le temía a la muerte,
descarada y asesina.
Y mi rosa me contestó,
que más le temía a la vida,
veladamente rendida.

Pregunté a mi rosa:
-¿Por qué es jardín del pobre,
y del rico, florería?
Y mi rosa me contestó:
-Es que el pobre me da todo;
el rico, tan sólo me quita.

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Pregunté a mi rosa:
-¿Qué hacía por las noches
cuando el sol ya no salía?
Y mi rosa me contestó:
-Repasar en cada estrella,
la luz que a lo lejos, la encendía.

Pregunté a mi rosa:
-¿Qué pasaría mañana
si bella como hoy, no amanecía?
Y mi rosa me contestó:
-La belleza no se pierde;
se hace nueva cada día.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo hacía ella
cuando alguno de sus pétalos, perdía?
Y mi rosa me contestó:
-El que no sabe estas leyes,
poco sabe de la vida.

Pregunté a mi rosa:
-¿Por qué estaba siempre,
cuando el amor se ponía?
Y mi rosa me contestó:
-Porque el amor ya estaba,
mientras la rosa, se hacía.

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Pregunté a mi rosa:
-¿Por qué no sabe el hombre
llevar belleza y espinas?
Y mi rosa me contestó:
-Es que sólo puede juntarlas
si el amor las reconcilia.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo podría alcanzar
su profunda alegría?
Y mi rosa me contestó:
-Entrega lo que aún escondes,
y darás con lo que te privas.

Pregunté a mi rosa
si alguna vez dudó
de lo mucho que valía.
Y mi rosa me contestó:
-Más que dudar, renegué,
porque tanto no quería.

Pregunté a mi rosa:
-¿A dónde acudía ella
cuando temblores, sentía?
Y mi rosa me contestó:
-A buscar en mi raíz
la certeza que aún me asía.

Pregunté a mi rosa
si el dolor de los otros,
ella, también lo sentía.
Y mi rosa me contestó:
-Si el dolor, no sintiera,
ya mi amor, muerto habría.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo se mantenía en pie
cuando el agua hasta el cuello, le subía?
Y mi rosa me contestó:
-Levanto mis ojos a Dios,
y escucho mi corazón que, en latir, porfía.

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Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo acercaba su amor,
si ella, manos no tenía?
Y mi rosa me contestó:
-Poniéndome en otras manos,
que regalarse, querrían.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo se trasladaba
sin tener pies ni zapatillas?
Y mi rosa me contestó:
-Entre las hojas del amor
de cada mensajería.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo demuestra su bondad,
la que está llena de espinas?
Y mi rosa me contestó:
-No es malo el que espinas tiene,
lo es el que las afina.

Pregunté a mi rosa:
-¿Por qué la misma savia, que en ella se hace flor,
en su tallo se hace espina?
Y mi rosa me contestó:
-Es que el tallo retiene,
a lo que yo, doy salida.

Pregunté a mi rosa:
-¿Qué diferencia hay
entre la flor y la espina?
Y mi rosa me contestó:
-La flor despierta en gozo,
lo que en la espina, dormía.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo distingue a los hombres,
ella, que tanto los conocía?
Y mi rosa me contestó:
-Basta mirarle su rostro,
si esboza o no, una sonrisa.

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Pregunté a mi rosa:
-¿Qué me podía decir
de los errores en la vida?
Y mi rosa me contestó:
-Ellos te enseñan el “todo”
sobre tu propia “nadería”.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cuánto de sí,
ella misma no sabía?
Y mi rosa me contestó:
-Cuanto el espejo, de mí,
nunca en él me devolvía.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo se sana la historia
cuando nos sangra la herida?
Y mi rosa me contestó:
-Ungiéndolas con lo sano,
que hasta allí, no agradecías.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo es ese proceso
de traducir luz en vida?
Y mi rosa me contestó:
-Es dejar de inventariar lo que hubo,
para inventar lo que habría.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo hacía en los inviernos
cuando el frío, la partía?
Y mi rosa me contestó:
-Aprovechaba el calor,
que el partirme, producía.

Pregunté a mi rosa:
-¿Dónde llevaba sus cosas,
que yo nunca las veía?
Y mi rosa me contestó:
-Es que las llevo detrás,
así no tapan mi vista.

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Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo hacía para ver
lo que otros no veían?
Y mi rosa me contestó:
-Con la lupa de una gota,
se ve cuán grande es la vida.

Pregunté a mi rosa
si sola,
ella, tal vez, se sentía.
Y mi rosa me contestó:
-¿Cómo sentirme sola,
sabiendo por quién doy mi vida?

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo soportaba la nube
que, importuna, aparecía?
Y mi rosa me contestó:
-Sabiendo que va a pasar,
tanto, como yo en esta vida.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo no perder la esperanza
cuando todo ya termina?
Y mi rosa me contestó:
-Ese es justo el momento,
en que la esperanza es parida.

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Pregunté a mi rosa,
si cree que los hombres,
compartirán su comida.
Y mi rosa me contestó:
-Es que si no la comparten,
los comerá su codicia.

Pregunté a mi rosa:
-¿Por qué a los hombres, amar,
les trae tantas pesadillas?
Y mi rosa me contestó:
-Porque no entienden que dar
le aliviana sus mochilas.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo hay quien pasa frente a otro
con la mirada perdida?
Y mi rosa me contestó:
-Quien no se encuentra en lo humano,
de su hermano es fratricida.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo ofrece su perdón
cuando recibe malicia?
Y mi rosa me contestó:
-Es que si yo no lo diera,
a mí me lastimaría.

Pregunté a mi rosa:
-¿Qué me podía decir
del olvido de sí misma?
Y mi rosa me contestó:
-Es recordarse en la memoria,
del que guarda tu historia, viva.

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Pregunté a mi rosa:
-¿Por qué nunca su voz,
el silencio rompería?
Y mi rosa me contestó:
-Para dejar que el amor
continuamente se diga.

Pregunté a mi rosa:
-¿De dónde sabía tanto,
si leer bien, no podía?
Y mi rosa me contestó:
-Los libros te dan la ciencia,
más Dios, la sabiduría.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cuándo pierde su don,
el que imparte la justicia?
Y mi rosa me contestó:
-Cuando unas cuantas monedas,
le recuperan la vista.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo aceptaba que nunca,
ciertos gustos probaría?
Y mi rosa me contestó:
-Recordando bien la mesa
del que migas tan sólo comía.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo se evita que el tiempo
te pase tan por encima?
Y mi rosa me contestó:
-Haciendo de cada instante,
la eternidad que desearías.

Pregunté a mi rosa:
-¿Qué puede hacerse de bien
a la mirada que envidia?
Y mi rosa me contestó:
-Hacerle ver que no es menos;
tiene un más: ser más distinta.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo hacía con el ciego,
cuando por verla, moría?
Y mi rosa me contestó:
-Me dejo leer en sus dedos,
y dejo a Dios, que él escriba.

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Pregunté a mi rosa:
-¿Si tuviera que elegir dónde crecer,
qué lugar elegiría?
Y mi rosa me contestó:
-Crecería en el amor,
donde siempre hay un más todavía.

Pregunté a mi rosa
si temía a la vejez,
en la que todo ya se olvida.
Y mi rosa me contestó:
-Le temo al que olvida los brazos
que en su niñez lo dormían.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo hablar de las rosas,
cuando el mundo, solo quiere hablar de espinas?
Y mi rosa me contestó:
-Si no le mostramos una rosa,
derecho tienen, de creer que es fantasía.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cómo enseñarle a los hombres
que del mal siempre hay salida?
Y mi rosa me contestó:
-Mostrando que el corazón,
guarda la llave que abriría.

Pregunté a mi rosa:
-¿Cuánto del Cielo, ella, tal vez,
ya sabía?
Y mi rosa me contestó:
-Cuanto de él me dice el suelo
que me levanta hacia arriba.

Pregunté a mi rosa:
-¿Qué haría ella
si le pidieran la vida?
Y mi rosa me contestó:
-La cargaría de mi último perfume,
y así como está, la entregaría.

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Pregunté, finalmente, a mi rosa:
-¿Cuál era el secreto que abrirme tanto quería?
Y mi rosa, a su vez, me preguntó:
-¿Con todo este tiempo “perdido”,
cómo aún, no se me abría?
De nada sirve abrir tus ojos,
si tu corazón no se abre, así, a la Vida.

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Javier Albisu sj

 

Virginia Garibaldi