Dejarnos conocer por el Don de Dios

domingo, 23 de febrero de

Jesús sale al encuentro de una mujer con una vida complicada: la samaritana. Al borde del aljibe, le pide de beber. Otra vez el pozo, el manantial, el agua. Jesús mira al fondo del corazón de la mujer. Ve su verdad: pero toda su verdad: el pecado y la gracia; y sabe que la gracia es siempre más grande que el pecado. Y cuando ella se atreve a mirar, se encuentra allí con el Rostro, con el Salvador: entonces sí que se reconoce a sí misma al reconocerlo.

De esta agua sí que quiero beber. Jesús la ha reconocido en su dignidad de hermana. La excluida ahora es parte, el vínculo ha sido recreado. Allí empieza su camino de liberación: porque esta agua podrá, desde Jesús, hacerse fuente en su mismo pequeño corazón.

La samaritana, entonces, empieza a extender la fraternidad, a incluir, a buscar a los de su pueblo. Y anunciarles La Esperanza: Dios nos ha dado de beber a su Hijo, nuestro compañero y salvador.

 

Fuente: http://teobloga.blogspot.com.ar/