Evangelio según San Marcos 9,41-50.

lunes, 24 de febrero de
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Jesús dijo a sus discípulos:
«Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar.

Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible.


Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena.


Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.Porque cada uno será salado por el fuego. 


La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar? Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros».


Palabra de Dios





P. Jorge Rodriguez sacerdote del equipo de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Lomas de Zamora. Capellán de la Parroquia San Francisco de Asís

 

Queridos amigos de Oleada Joven. Jesús quiere compartir con nosotros un rato de nuestra vida, quiere hacérsenos compañero de camino y llegar a nuestro corazón. En este Evangelio que la Iglesia nos propone, Jesús nos muestra que la opción que hacemos por Él tiene que comprometer toda nuestra vida de forma radical. Sí nos decidimos a seguirlo, tenemos que tomar decisiones claras y coherentes: No podemos servir a dos señores.

Sin embargo, nos puede pasar que nuestra tarea apostólica no brinde las satisfacciones que desearíamos: los frutos, son más reducidos de lo que uno esperaba, todo parece tan difícil… O puede pasarnos que el corazón se nos canse de luchar, porque en realidad se estaba buscando a sí mismo más que servir, y a veces se cansa de desgastarse en internas, en envidias, en tironeos, en debilidades comunitarias…


Entonces, es posible que comience a apoderarse de nosotros un nuevo veneno que destruye el entusiasmo. Se llama “asedia”. No es desesperación, porque no bajamos los brazos, pero ya no tenemos “garra”, no tenemos pasión, y empezamos a dedicarle poco tiempo a la misión. No es el cansancio feliz y sereno de quien se ha entregado por amor, sino un cansancio interior marcado por el desaliento que nos hace ver todo gris.

Pidámosle al Señor que nos libere de esta asedia, que nos seca por adentro. Que nos ayude a conservar “la dulce y confortadora alegría de Evangelizar”, para que el corazón no se nos desgarre entre dos señores sino que sea fiel a Jesús en la misión de hacerlo llegar a todos.


 

Oleada Joven