Josep Miró
El número insuficiente de hijos no solo castiga el futuro de las pensiones sino también nuestra productividad y por consiguiente el crecimiento económico a largo plazo
El Estado del Bienestar y la elevada productividad por persona ha reducido la necesidad material de los padres de tener hijos. Por una u otra razón, la vejez está asegurada, bien sea por la pensión, bien por el ahorro generado a lo largo de la vida activa, o por ambas cosas a la vez. Desaparecido el estímulo material, una sociedad marcada en exceso por el materialismo ha reducido a los hijos como la expresión de un deseo más, que compite con otros muchos. En demasiadas ocasiones esta competencia termina de una forma terrible. Es el caso del aborto: la relación impulsada por el deseo sexual termina si hay embarazo, tratando al ser humano concebido como una especie de enfermedad de transmisión sexual que hay que erradicar. Por poca atención que se preste al trasfondo del actual debate sobre el aborto, se reparará sobre la total desaparición de uno de los sujetos fundamentales del problema: el ser concebido. Es simplemente una realidad dañina para la mujer que debe desaparecer.
En otro orden de cosas muy distinto, la reducción del numero de hijos por matrimonio permite dedicar una mayor atención a su educación tanto en recursos económicos como en tiempo, y este factor ha racionalizado desde el punto de vista de la economía la disminución del número de hijos: menos, pero más educados; en otros términos, menos gente pero más productiva, por consiguiente mejor renta per capita futura.
Pero en realidad las cosas no funcionan solo así. Tiene mucho de visión de vuelo gallináceo Si desplazamos la perspectiva de la pareja que no necesita de los hijos para asegurar su vejez al conjunto de la sociedad del bienestar, es fácil constatar que estos se siguen necesitando para hacer posible el pago de las pensiones y los costes crecientes del envejecimiento de la población. También ahí se cumple la distribución de Pareto por la que el 20% de la población consume el 80% de los recursos. Se necesitan como mínimo algo más de dos activos por jubilado para que la ecuación del bienestar se mantenga. Pero la realidad es que estamos lejos de esta cifra, tanto que necesitaríamos un hijo más de promedio o poco menos.
También la relación entre formación de los hijos y su reducción ha dejado de cumplirse por diversas razones. Pasar de cuatro hijos a tres puede significar una mejora en los recursos económicos que se dedican a su educación, pero pasar de cuatro a dos, y ya no digamos de dos a uno, no significa nada de esto porque no puede doblarse el gasto en tiempo y dinero, simplemente porque no cabe. Así mismo, la enseñanza más o menos gratuita o parcialmente de pago significa una reducción muy importante del coste de la familia. En relación al tiempo de dedicación, no es un dato menor -que al menos en el caso de España resulta más perturbador- los inadecuados horarios laborales, que impiden la concertación laboral y familiar, que el hecho de tener dos o tres hijos en lugar de uno, que es a lo que se tiende cada vez más.
A su vez, multiplicar la población joven tiene notorios efectos positivos: el gasto se centra en la inversión educativa y este es el más formidable motor del crecimiento a largo plazo; se aumenta el numero de personas dotadas de grandes capacidades, porque es una variable más o menos fija en relación a la población total; y se acentúa la innovación y su difusión porque ambas aptitudes se dan en mucha mayor medida en edades tempranas. Al igual que el ingreso, pero con una curva anticipada, aquellas dos cualidades tienden aumentar con la edad, a alcanzar su pico antes de los 40 años -anticipándose unos diez a la curva del ingreso- para después descender. La sociedad que se acomoda a no tener hijos, como la española, no tiene ninguna posibilidad de futuro (esta es la causa por la que todos los países desarrollados disponen de vigorosas políticas para estimularlos). Si además tienen una fijación malsana en el aborto masivo, más del 20% de los nacimientos, como solución a su deseo sexual, su escenario a medio plazo es simplemente desastroso.