Evangelio segun San Mateo 1, 18-24

domingo, 19 de diciembre de

Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando la madre de Jesús desposada con José y, antes de vivir juntos, sucedió que esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo, y no quería ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto. Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: 
«José, hijo de David, no dudes en recibir a María tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías:
 
Miren: la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa: Dios con nosotros.
 
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor: recibió a su esposa.


Palabra de Dios






Monseñor Maulion

 

El que estamos esperando en el Adviento, ya está llegando. El que ya llega es precisamente Jesús. En esta llegada de Jesús, la primera llegada de Él, que la celebraremos en la Navidad, es también anticipo de la segunda llegada que vendrá al final de la historia nuestra, de cada una de nuestras vidas, cuando llegue el final que será el encuentro definitivo con Él. Y también es la llegada que Él vendrá al final de toda la historia, para realmente juzgar, pero con un juico de misericordia y también, al mismo tiempo, de seriedad. Este Jesús, que ahora estamos esperando, en su nacimiento llega por medio de María. Nosotros escucharnos en el evangelio que trae San mateo. María casada con José, se encuentra con que está embarazada, ante el desconcierto de José, que no había tenido ninguna relación carnal con la virgen, el ángel le viene y le dice que no tenga miedo, que el que viene es por obra del Espíritu. “Lo que hay en tu mujer, es acción del Espíritu”, le dice el ángel. Este que va a venir, ese niño, pero es sobre todo el salvador. Es el que va a venir a salvar. Y a ese le pide que le ponga el nombre de salvador, es decir de Jesús. Así la virgen que concibe es también puesta por obra del Espíritu, es puesta en una situación difícil porque siendo no definitivamente casada, estaba prometida, quedando embarazada, ante las costumbres y la legislación judía, ella estaba en riesgo de vida. El destino para muchas mujeres que estaban así: embarazadas antes de tiempo, era la muerte. Por eso José, que la quería a la virgen, hasta ver lo que había pasado y no sabiendo por qué, decide por un lado dejarla, porque no la puede tener y por otro lado, evitarle la condena. En esta situación tan difícil de José, interviene Dios y le dice: “No temas, no tengas miedo, lo que hay en tu mujer viene de Dios. Le pondrás el nombre de Jesús, el salvador.”

El evangelio nos señalaba que José hizo lo que el ángel le había ordenado: acogió a la virgen, a la que estaba despidiendo y alejándose, la acogió, e hizo lo que el ángel le había indicado. Por eso, esta figura de José en esta llegada de Jesús, nos tiene que servir para mirar también con qué actitud está José recibiendo al niño que viene. Como Abraham el padre de la fe, José está dispuesto a seguir el camino confiado de lo que Dios le pide. Es un hombre justo, es decir, el hombre que cree en las promesas de Dios, incluso cuando estas promesas resultan extrañas e improbables y de cualquier modo, bastante incomodas. Su vida, la de José, se ve convulsionada por el nacimiento de éste, que se va a llamar salvador, de éste en cuya concepción él no va a intervenir.

Ser salvado por lo tanto, no significa no tener dificultades, no significa caminar por un sendero llano y fácil, exige del creyente, del que va a ser salvado, la disponibilidad, la disponibilidad ante los caminos de Dios, que no suelen ser los mismos  que nosotros imaginamos, la disponibilidad para dejarnos modificar en nuestros pensamientos, en nuestros proyectos, en nuestras opciones. El justo, así como lo dice la Biblia, es un hombre que permanece herido y anclado en Dios, a pesar de las dificultades, de los contratiempos y desconciertos, con los que la vida a veces nos encuentra y nos acude. José es también un hombre obediente, dispuesto, primero, a renunciar a María, porque así la iba a despedir, y luego dispuesto a acogerla, porque Dios le confirma su voluntad. A María, en cierto modo, se la quita, porque esa esposa que él quería, seguramente ahora va a ser distinta, pero se la vuelve a dar. Y lo que ha recibido, por María, la nueva María, es la cual va a servirse a ayudar,  hacer con ella el padre de Jesús. El encuentra a la virgen distinta, lo mismo hace con respecto a su relación con nosotros. Jesús no es su hijo carnal. No es un padre típico, diríamos. Desde el momento que él recibió el mensaje, él  le va a imponer el nombre y eso significa una paternidad, que aunque no sea carnal, es una paternidad real en él. El justo José experimenta así, lo que es el sentido de tener un hijo. Una realidad que no le pertenece a él. Y en esto, lo que vive José, ese hijo que no le pertenece, pero al que lo va a tener que cuidar, muestra también que en cada hijo los hombres tenemos siempre algo que no es de los padres, es de Dios. José, eso lo entendió y así lo sintió. También en este sentido es un modelo y una esperanza para nosotros. Y esto lo hizo, porque siendo justo creyó. La fe es la que a José le permitió ver la realidad con un sentido totalmente nuevo, de Jesús, de su esposa, que es virgen t seguirá virgen. Así fue viendo las realidades con los ojos de dios, así creyó, así nos invita y nos propone la iglesia que con fe iremos al sr que ya llega, que esta para salvarnos, que es nuestro salvador. Hasta el próximo domingo, en este mismo espacio.

 

 

María Clara Miño