Evangelio según San Lucas 1, 26-38

domingo, 19 de diciembre de
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 Al sexto mes, envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una joven desposada con un hombre llamado José, de la descendencia de David; el nombre de la joven era María. El ángel entró donde estaba María y le dijo:
«Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo». 
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué significaba tal saludo. El ángel le dijo: 
«No temas, María, pues Dios te ha concedido su favor. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. El será grande, será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la descendencia de Jacob por siempre y su reino no tendrá fin».
María dijo al ángel:
«¿Cómo será esto, pues no tengo relaciones con ningún hombre?»
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios. Mira, tu pariente Isabel también ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que todos tenían por estéril, porque para Dios nada hay imposible». 
María dijo:
«Aquí está la esclava del Señor, que me suceda como tú dices». 
Y el ángel la dejó.

 

Palabra de Dios


 

Monseñor Carlos Ñañez  Obispo de la Arquidiócesis de Córdoba

 

 

Un saludo cordial a todos los oyentes de Radio María, y especialmente a los jóvenes que siguen la radio a través de Oleada Joven.

Estamos prácticamente a las puertas de la Navidad, el próximo viernes es Nochebuena y el sábado Navidad.

 

El Evangelio que nos propone la Iglesia en este día nos relata lo que sucedió nueve meses antes de la Natividad, el misterio de la Anunciación a María, el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en las entrañas purísimas de la Santísima Virgen. Un misterio grande, que significa el cumplimiento de las promesas de Dios hechas a su pueblo y, a través de su pueblo, a toda la humanidad, las promesas a favor nuestro.

 

La actitud de María es una actitud prudente y, al mismo tiempo, reverente, confiada, generosa y fiel. Decimos prudente porque Ella pregunta “¿Cómo va a ser eso, si yo no convivo con ningún hombre?”; la respuesta indica que ahí hay una obra de Dios, que va a intervenir para hacerla fecunda, y entonces esa respuesta es el inicio y podríamos decir el centro de la peregrinación en la fe en torno a este misterio enorme que la envuelve; co decíamos el misterio de la Encarnación del Verbo, la Encarnación del Hijo de Dios en su seno purísimo.

Por otro lado, la actitud también es reverente, confiada; Ella descansa totalmente en Dios y así se entrega plenamente “Yo soy la servidora, la esclava del Señor”. Y al mismo tiempo es una actitud generosa, fiel, la disposición de la Virgen es incondicional “Hágase en mí como has dicho”. Y esta actitud de la Virgen, generosa, incondicional se mantiene desde el momento gozoso de la Anunciación hasta el momento doloroso de la Cruz; la Virgen es totalmente fiel.

 

Esta escena nos invita a nosotros a animarnos a seguir peregrinando en la fe; la fe que es el inicio y el centro de nuestra vida como hijos de Dios, y nos invita también a confiar reverentemente en Dios que nos habla, que nos invita, que nos llama. La confianza es uno de los mejores, sino el mejor homenaje que le podemos rendir a Dios nuestro Padre, esto es lo que vivió y enseñó aquella Doctora de la Iglesia que es Santa Teresita del Niño Jesús, infancia espiritual, la confianza, que no es una actitud simplista, sino una actitud madura, elaborada, de ponerse decididamente en las manos de Dios. Y también es una invitación para una fidelidad generosa, la fidelidad es muestra del amor, porque la fidelidad no es solamente durar, no es una mera rutina, es permanecer en el amor, y permanecer en el amor supone estar abierto a la creatividad que el Espíritu Santo,que es quien inspira el amor, la caridad,obra en nosotros.

 

Por eso, en esta Navidad nosotros le podemos pedir al Niño Dios que Él nos regale la actitud de su Madre, de la Santísima Virgen, que nos dejemos trabajar interiormente por el Espíritu para ser en Jesús realmente hijos de Dios y hombres nuevos.

Qué lindo celebrar la Navidad con este sentido de novedad. Yo me lo deseo y se lo deseo a todos ustedes de corazón; y les deseo una muy feliz y santa Navidad.

 

Con mi bendición, hasta pronto.

 

 

Oleada Joven