Evangelio según San Mateo 25,31-46

lunes, 10 de marzo de
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Jesús dijo a sus discípulos:”Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.
Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver’.

Los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?’.Y el Rey les responderá: ‘Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo’.

Luego dirá a los de su izquierda: ‘Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron’.

Estos, a su vez, le preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?’.

Y él les responderá: ‘Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo’.Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna”.


Palabra de Dios



 


P. Germán Lechinni Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay 

 

 

Mateo 25. ¿Cuántas veces hemos escuchado, hemos leído y hemos meditado este texto? Mateo 25. Aquí es donde Jesús nos grita que es lo que hacemos por los pobres, por los pequeños, por los últimos, por los olvidados lo que, finalmente, hacemos por él.


Sí, no debiéramos olvidar jamás Mateo 25. Es más, debiera ser nuestro Evangelio de cabecera. Sus palabras debieran taladrarnos el corazón de día y de noche. “Lo que hicieron por estos más pequeños, por mí lo hicieron”, dice el Señor. El Padre Hurtado, Alberto Hurtado, ese enorme jesuita que fundara, entre otras cosas, el Hogar de Cristo, tiene muchas referencias a este Evangelio que rezamos hoy. He querido compartir algunas de ellas para que sea la misma voz del Padre Hurtado quien nos interpele hoy con respecto a lo que hacemos por Cristo. Es decir, a lo que hacemos por el pobre. Porque el pobre es Cristo.


Dice San Alberto Hurtado: “Cristo vaga por nuestras calles, en la persona de tantos pobres dolientes, enfermos, desalojados de su mísero conventillo. Cristo, acurrucado bajo los puentes en la persona de tantos niños. Cristo no tiene hogar. ¿No queremos dárselo nosotros? Recuerden: ‘Lo que hagan al menor de los pequeños, a mí me lo hacen’, ha dicho Jesús.” Continúa el Padre Hurtado: “El prójimo, el pobre, en especial, es Cristo en persona. Insultarlo, burlarse de él, despreciarlo es despreciar a Cristo. Recuerden: ‘Lo que hagan al menor de los pequeños, a mí me lo hacen’, dice el Señor. Por eso”, seguimos también aquí a Hurtado, “hay que tener devoción por el pobre, porque ese pobre, ese niño, ese borracho, es Cristo. Amarlos, no avergonzarnos de ellos. Recuerden: ‘Lo que hagan al menor de los pequeños, a mí me lo hacen’, dice el Señor.” “No lo olvidemos,” nos interpela el Santo chileno, “la Iglesia es la sociedad de los pobres, es la ciudad construida para ellos. La Iglesia es una ciudad edificada para los pobres, es la ciudad de los pobres. Los ricos son sólo tolerados, pero la Iglesia es la Iglesia de los pobres. Y en sus comienzos, los ricos, al ser recibidos en ella, se despojaban de sus bienes y los ponían a los pies de los apóstoles. ¿Para qué? Para entrar en la Iglesia de los pobres.” “Grandes de esta Tierra”, dice Hurtado, “revístanse con sentimientos cristianos y miren con respeto a los pobres. Repito: ‘Lo que hagan al menos de los pequeños, a mí me lo hacen’, ha dicho Jesús. Que los detalles para dignificar al pobre sean lo más importante, que Cristo tenga menos hambre, menos sed, que esté más cubierto gracias a nosotros”, clamaba Hurtado. “Sí, éste es mi último anhelo: que se haga una cruzada de amor y respeto al pobre. Porque el pobre es Cristo. Cristo desnudo, Cristo con hambre, Cristo sucio, Cristo enfermo, Cristo abandonado.”


¿Podemos quedarnos indiferentes? ¿Podemos quedarnos tranquilos? No. No podemos y no queremos quedarnos tranquilos e indiferentes. Queremos vivir en primera persona la construcción de esa Iglesia a la que nos llama Francisco, a la que nos llama Hurtado, a la que nos llama Cristo. Una Iglesia pobre y para los pobres. Porque el pobre, no lo olvidemos jamás, el pobre es Cristo. Cuando lleguemos al Reino, cuando lleguemos al Juicio Final (recuerden que Mateo 25 es una parábola del mismísimo Juicio Final), serán los pobres, será Cristo en los pobres quien testifique a favor de nosotros. Que así sea.


 

Oleada Joven