Nuestra vida concreta, personal y social, nos propone el desafío de elegir como actitud-raíz, la seguridad o la confianza. La opción tendrá mucha influencia en todos los sectores del existir: desde la paz o inquietud del corazón, hasta la conformación de la sociedad, pasando por las relaciones interpersonales, laborales, vecinales, el modo de trabajar, de jugar y de vivir.
Buscar la seguridad como apoyo básico hace más difíciles las relaciones interpersonales, interfiere en nuestras percepciones que se vuelven paranoides, afianza nuestros miedos, cuesta mucho dinero, lleva a la búsqueda constante de nuevos medios para que nadie nos robe, para que nadie nos quite, para que nadie nos agravie, para que nadie nos critique. Los que buscan sobre todo la seguridad terminan fácilmente solas o solos. Además, cuando una sociedad se obsesiona con la seguridad empieza a requebrajarse: cae en la fragmentación, en el enojo, se hace difícil todo tipo de contrato: el matrimonio, la familia, la democracia, los negocios. Entramos en la búsqueda interminable de garantías, papeles y sellados. Es un hecho altamente contaminante y resquebrajador de todo tipo de vínculos, que dificulta los diálogos y multiplica en progresión geométrica los juicios legales.
En cambio, dejar que la vida arraigue en la confianza nos da más paz y serenidad que tranquilidad. Es más barato. Nos permite gozar con los encuentros personales. Construye la estabilidad de los vínculos. Anima al diálogo en las dificultades. Facilita la sonrisa y la bienvenida de las personas y los días. A la larga, y cuando no desprecia la inteligencia ni el sentido común, reditúa muchos más beneficios, espirituales y de los otros. Libera energías para actividades constructivas y también divertidas. Es cierto que supone riesgos y que la traición es siempre posible. Pero no más que cuando nos desesperamos poniendo rejas, candados, espías y letra chica en los contratos.
La obsesión por la seguridad es enemiga de la vida tanto como la confianza es amiga suya. Como las flores y los frutos, la vida necesita confianza para crecer. La seguridad busca el éxito a toda costa, aunque muchas veces no lo consigue; la confianza busca el bien, la belleza, la verdad y la felicidad, y bastantes veces se le dan. La seguridad es camino de esclavitud, la confianza, de libertad, para uno mismo y para los demás.
Dios prefirió confiar en nosotros más que estar seguro de nuestra acogida. Por eso decidió hacerse humano, en Jesús… La fe es creer que Dios no se equivocó, aunque nosotros nos equivoquemos muchas veces.
Autor: María Lago Aci