Evangelio según San Lucas 16,19-31

lunes, 17 de marzo de
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Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro,que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas.

El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.

En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él.

Entonces exclamó: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan’. ‘Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento.

Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí’.

El rico contestó: ‘Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre,porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento’.

Abraham respondió: ‘Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen’.‘No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán’.

Pero Abraham respondió: ‘Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'”.


Palabra de Dios



 


 

P. Jorge Rodríguez de la Pastoral de Juventud de la Diócesis de Lomas de Zamora 


 

Queridos amigos de Oleada Joven en este segundo jueves de Cuaresma la Iglesia nos propone contemplaer el evangelio del rico y el pobre Lázaro. En el fondo Lucas nos propone la gran contraposición entre la riqueza y la pobreza, no porque la riqueza sea mala en sí misma sino porque el rico no tiene capacidad de ponerse al servicio y de ver la necesisdad de aquel que vive a su puerta.

 

Lucas pone de manifiesto la gran contraposicion: Dios o el dinero. Poner al dinero como un dios nos lleva a no sentirnos como hijos de un mismo Padre, porque el dinero no nos hace heramos y al no reconocer a los otros como hermanos los vemos como adversarios; ya no nos manejamos con el vínculo del amor sino con el de la utilidad.

 

La gran paradoja que encierra la riqueza es que nunca va a llegar a cumplir lo que promete porque nunca va a poder saciar esa sed de infinito que tenemos adentro.

 

Pidamos al Señor que en ésta Cuaresma que nos haga crecer en autenticidad para que no pongamos nuestra esperanza en las cosas sino en él que viene a salvarnos.


 

 

Oleada Joven