Evangelio según San Juan 8,1-11

domingo, 6 de abril de
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Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. 

Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos,dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?”. Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. 

Como insistían, se enderezó y les dijo: “El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. 

Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?”. Ella le respondió: “Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante”. 


Palabra de Dios




P. Germán Lechinni Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay 

 

“¡Dejate MISERICORDIAR!”
Qué fuerza tiene este llamado que nos viene haciendo el Papa Francisco desde el inicio mismo de su Pontificado “¡Dejate MISERICORDIAR!”

Entramos en la última semana de Cuaresma, de la mano de este precioso Evangelio, donde Cristo despliega la MISERICORDIA a toda vela.

Si hemos rezado con profundidad, si hemos reflexionado con sinceridad, habremos descubierto en esta Cuaresma mucho de lo que es nuestro pecado, mucho de lo que son nuestros propios “adulterios”, nuestras propias incoherencias, nuestras varias flojeras; en fin, mucho de lo que Dios nos invita a convertir y transformar en nuestras vidas. Si fuimos a fondo en la Cuaresma, seguramente nos hayamos atrevido a mirar a los ojos a nuestra verdad, especialmente a nuestra verdad de pecado.

Ahora bien, el pecado no es toda la verdad; ni, mucho menos, la última verdad. La verdad más importante respecto de nosotros mismos, la última palabra respecto de nosotros mismos, es una palabra de MISERICORDIA.

Hoy somos nosotros los que habiendo reconocido nuestro pecado nos encontramos de frente a Cristo, como la adúltera del Evangelio. Y ¿qué vemos? ¿vemos reproche? ¿vemos juicio? ¿vemos condena? ¡No! MISERICORDIA vemos, SALVACIÓN vemos, AMOR vemos.

El gran tema del Evangelio de hoy es la MISERICORDIA. Nuestro Dios nos recuerda en Cristo que Él es misericordioso. El problema, como bien dice el Papa Francisco, es que muchas veces no nos dejamos MISERICORDIAR. El problema no es tanto si Dios nos perdona o no, Como gusta decir al Papa, “Dios perdona SIEMPRE”, el tema está en si me dejo perdonar. Si me dejo ¡MI-SE-RI-COR-DIAR! Si me dejo ABRAZAR.

Hermanas, hermanos, no dejemos pasar esta Cuaresma sin gustar la misericordia de Dios, no dejemos nunca que el pecado tenga la última palabra en nuestras vidas.

Por lo demás, nosotros que hemos sido “misericordiados”, tenemos a partir de ahora una gran misión: ir por la historia y el mundo “misericordiando” a nuestros hermanos, regalando misericordia a diestra y siniestra.

Ya no es tiempo para “piedras en la mano”, ya no es tiempo para reproches, ya no es tiempo para mirar el pasado y lo malo, ya no es tiempo de juicio ni de condena al hermano. Es tiempo de misericordia, es tiempo de perdón, es tiempo de abrazo.

Hoy resuena más que nunca aquella invitación que Cristo mismo nos hace en el Evangelio de Lucas: “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso”. Sólo podremos llamarnos verdaderamente “cristianos” si vamos por el mundo regalando lo que Dios nos regala: MISERICORDIA.

No dejemos pasar otra Cuaresma sin convertirnos definitivamente a la misericordia. Misericordia de Dios para con nosotros, misericordia de nosotros para con los otros.

¡Que así sea!

 

Oleada Joven