En aquel tiempo, al desembarcar, vio Jesús una multitud, se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. Cuando ya atardecía, se acercaron sus discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despídelos para que vayan por los caseríos y poblados del contorno y se compren algo de comer». El les replicó:º«Denles ustedes de comer». Ellos le dijeron: «¿Acaso vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?» El les preguntó: «¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver». Cuando lo averiguaron, le dijeron: «Cinco panes y dos pecados». Jesús ordenó que la gente se sentara en grupos sobre la hierba verde y se acomodaron en grupos de cien y de cincuenta. Tomando los cinco panes y los dos pescados, Jesús alzó los ojos al cielo, bendijo a Dios, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran; lo mismo hizo con los dos pescados. Comieron todos hasta saciarse, y con las sobras de pan y de pescado llenaron doce canastos. Los que comieron fueron cinco mil hombres.
Palabra de Dios
Monseñor Fernande Maletti Obispo de la Diócesis de Bariloche
Parece mentira, pero, ya hemos comenzado un nuevo año y ya estamos a los umbrales de celebrar la fiesta de los Reyes Magos, de la Epifanía del Señor. Acabamos de escuchar en el evangelio del día de hoy en Marcos 6, 34-44 como a Jesús lo aguardaba mucha gente, era esperado por un público muy numeroso. Y a partir de ese aguardar de la gente, Jesús mira su hambre, espiritual y físico, y por lo tanto, guiado por el sentido común y por el mandato del Padre, Jesús a partir de los 5 peces y dos pescados que le presentan, da la indicación de que les demos nosotros, “denles ustedes de comer”; y así se sacio el hambre de una gran multitud.
En estos días de cielo limpio de Enero, estamos viendo también y se va acercando esa estrella indicándonos el lugar de Belén, todavía estamos en el tiempo de la Noche Buena y la Navidad. Por eso también a nosotros se nos dice que nos levantemos, porque para ver las estrellas hay que levantarse, es superar la comodidad, sentir la inquietud, y el anhelo de ver, de renovarse y de superarnos, en el fondo no quedarnos caídos. Es lo que hace Jesús con el aparente fracaso de los discípulos cuando sin nada, solo cinco panes y dos peces era imposible saciar el hambre de la multitud. Sin embargo, como lo celebraremos pasado mañana, en la fiesta de los Reyes, las estrellas están arriba en el cielo, pero también, hay estrellas en la tierra y tenemos que saber mirar.
A la luz de esta palabra de Dios, queridos muchachos y chicas, miremos nuestras familias, seguro que tenemos que renovar el sentimiento del calor y la luz que nos liberan y nos pacifican, para dar lo que podamos dentro del ámbito de nuestra familia, o en la comunidad, o en la parroquia, donde estamos llamados a brillar por la oración, o por la caridad, o por algún servicio, o por la paciencia y el perdón, donde en la convivencia de cada día debemos encontrar queridos jóvenes miradas relucientes, palabras seductoras, ejemplos luminosos, ir preparando esa estrella de Belén. Y ciertamente que en la entrega y en el servicio, o cuando asumimos algo que nos cuesta y que nos hace sufrir, o cuando rezamos, debemos dejarnos incendiar por esa multiplicidad, pero aparentemente muy poco que son cinco panes y dos pescados para saciar a una multitud.
Por eso, que importante que sepamos recibir las pequeñas y las grandes iluminaciones de un Jesús que nos dice, “denles ustedes de comer”. Por eso en estos días profundicemos en la Eucaristía o en el sacramento del perdón. Profundicemos también en algún logro vocacional, o en la amistad, o en la solidaridad y entender que esto es lo mejor en la vida, poner nuestros cinco panes y dos pescados, para reconciliarnos entre nosotros, con el mundo y con los demás, porque todo el bien que hacemos cuando compartimos, son sacramentos que nos hablan y les hablan a los demás de Dios.
Que Dios nos sonría y nos interpele en estos días tan hermosos, donde el tiempo de la Navidad va a dar lugar al tiempo de la Epifanía, de la manifestación, porque para nosotros también hace falta que muchas veces seamos la multitud que se deja saciar por el milagro de Jesús, pero otras veces seamos los dueños de los cinco panes y los pescados, que podamos ayudarlo a Jesús a hacer el milagro de que nadie tenga, ni hambre espiritual, ni hambre físico.
Que Dios los bendiga.