Evangelio según San Mateo 28,8-15

lunes, 21 de abril de
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Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: “Alégrense”. Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: “No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán”.


Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: “Digan así: ‘Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos’. Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo”.


Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.


Palabra de Dios


 


 

P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay


“Avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán”


 

Qué hermosa y qué desafiante esta invitación que Cristo nos hace hoy. Él mismo es quien nos llama a reconocerlo Resucitado en la Galilea de nuestras vidas.

Galilea, en el Evangelio, es el lugar de la vida cotidiana, del quehacer diario. Galilea, para los discípulos, es su lugar de origen, el lugar donde habían encontrado a Jesús o, más bien, donde Jesús los había encontrado a ellos. Es el lugar del “amor primero”… Galilea les remite al momento en que sus vidas tomaron otro rumbo, otro color. Fue en donde pasaron de ser pescadores, cobradores de impuestos, comerciantes, a ser colaboradores de Jesús, a ser discípulos, a ser “amigos en el Señor”. Atrás habían dejado las barcas y las redes, las seguridades y los miedos, porque con Cristo se habían atrevido a mirar la vida con ojos nuevos… Fue en Galilea donde entendieron que Dios era Padre Misericordioso y que Jesús, el Hijo, había venido a sanar lo que estaba enfermo, y a buscar y salvar lo que estaba perdido. Fue en Galilea, donde experimentaron los primeros signos del amor de Dios.

Ahora Cristo, vuelve a citarlos en Galilea, pero no para “vivir en el pasado”, sino para transfigurarlo todo con la luz siempre nueva del Resucitado. Vuelve a citarlos en Galilea, porque es en Galilea, en la Galilea cotidiana donde han de buscarlo, donde han de amarlo, donde han de anunciarlo, donde han de vivirlo y celebrarlo.

Como los discípulos, entonces, también nosotros somos llamados a encontrar a Cristo en nuestras Galileas, es decir, en nuestros espacios de vida diaria, de vida familiar, de vida académica, de vida laboral, de vida comunitaria, de vida apostólica. ¡Sí! Es ahí, en la vida de todos los días donde Cristo Resucitado quiere que lo descubramos, que lo re-descubramos.

Por lo demás, como decíamos antes, Galilea es el lugar de la vocación primera. Volver a Galilea es volver a conectarte con tus deseos más hondos. Volver a encontrarte con Jesús. Volver donde el corazón se te encendió. Volver a hacer aquello que le da más sentido a tu vida. Volver al lugar donde los sueños se despiertan y cobran vida.

¡De la mano del Resucitado, entonces, volvamos a Galilea!Volvamos a conectar con el Dios encarnado, con el Dios vivo, Resucitado. Con el Cristo que camina a nuestro lado, que vive y respira el aire que a diario respiramos. Cristo Resucitado, está mucho más cerca de lo que pensamos… Basta que abramos nuestros ojos, que los resucitemos también a ellos, basta que pongamos nuestra mirada a tono con el Resucitado… Descubriremos que Cristo ya está y siempre estuvo codo a codo con nosotros, habitando nuestras vidas, saliéndonos al encuentro en esos lugares donde a diario reímos y lloramos, donde a diario amamos, trabajamos y luchamos.

“¡Vayan a Galilea, allí me verán!” Dice el Señor…Que así sea!


 

 

Oleada Joven