Evangelio según San Juan 3,1-8

martes, 22 de abril de
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Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre los judíos. Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: “Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él”. Jesús le respondió: “Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios. ”

Nicodemo le preguntó: “¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?”. Jesús le respondió: “Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: ‘Ustedes tienen que renacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu”.


Palabra de Dios



 


P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay


 

León Felipe tiene un precioso poema en torno a la forma en que Dios se nos manifiesta a cada uno, dice el poeta:

Nadie fue ayer,
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol…
y un camino virgen
Dios.


 

Nicodemo era fariseo, y cuando va a visitar al Señor cree que, sobre Dios, nadie podrá enseñarle nada nuevo. Cree que tanto él, como los suyos, ya lo saben todo de Dios, ya lo conocen todo de Dios, ya lo han oído todo sobre Dios.

Es por ello que Jesús le dice que es importante, para empezar, que nazca de nuevo. Que se anime a lo nuevo, que se abra al nuevo día, a un rayo nuevo de luz y de sol. No en vano, apunta el evangelista que cuando Nicodemo fue a ver al Señor era de “noche”. Porque con ello, San Juan insinúa que la oscuridad estaba no sólo fuera, sino también dentro, dentro sobre todo del fariseísmo, donde se había enquistado una forma antigua, oscura y, especialmente, rígida de ver y comprender a Dios… ¡Cuidado! El Evangelio nos avisa que esta misma oscuridad y rigidez puede anidar también dentro de todos nosotros si no nos animamos a los soplos siempre nuevos del Resucitado, a los soplos siempre nuevos del Espíritu Santo.

En este tiempo de Pascua, cuando la Iglesia nos pone de cara a la Resurrección del Señor y nos invita a caminar durante cincuenta días hacia Pentecostés, es importante que nos preguntemos si tenemos abiertos, el corazón y la vida, a la Buena Nueva de Cristo, a la Buena Nueva de Dios.

Quizás, como Nicodemo, sería oportuno aprovechar el tiempo nuevo, para revisar aquellos conceptos viejos, aquellos caminos oscuros que ya no le hacen justicia al Dios siempre nuevo o, como gustaba decir san Agustín: al “Dios siempre mayor”, al Dios del siempre más allá, al Dios de la novedad.

Con Nicodemo, el Señor nos está invitando en esta Pascua de Resurrección a “renacer de lo alto”, a entender que el Espíritu de Dios, como el viento, sopla de aquí y de allá, sopla aires nuevos, construye caminos vírgenes, ilumina con rayos únicos a cada uno. ¡Sí! El Dios de Jesucristo no se repite y quiere ensayar, con cada uno, un camino propio de Resurrección…

Anímate a seguirlo, anímate a los soplos nuevos, anímate a nacer de lo alto!

Nadie fue ayer,
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol…
y un camino virgen
Dios.

Que así sea!

 

 

Oleada Joven