Quédate con nosotros, Señor,
acompáñanos aunque no siempre
hayamos sabido reconocerte.
Quédate con nosotros, porque
en torno a nosotros se van haciendo
más densas las sombras,
y tú eres la Luz; en nuestros
corazones se insinúa la desesperanza,
y tú los haces arder con la
certeza de la Pascua.
Estamos cansados del camino,
pero tú nos confortas en la fracción
del pan para anunciar a nuestros hermanos
que en verdad tú has resucitado y
que nos has dado la misión de
ser testigos de tu resurrección.
cuando en torno a nuestra fe católica surgen
las nieblas de la duda, del cansancio o
de la dificultad: tú, que eres la Verdad misma
como revelador del Padre, ilumina
nuestras mentes con tu Palabra;
ayúdanos a sentir la belleza de creer en ti.
Quédate en nuestras familias, ilumínalas
en sus dudas, sostenlas en sus dificultades,
consuélalas en sus sufrimientos y
en la fatiga de cada día, cuando en torno a ellas
se acumulan sombras que amenazan
su unidad y su naturaleza. Tú que eres la Vida,
quédate en nuestros hogares, para que
sigan siendo nidos donde nazca
la vida humana abundante y generosamente,
donde se acoja, se ame, se respete la vida
desde su concepción hasta su término natural.
Quédate, Señor, con aquéllos que en nuestras
sociedades son más vulnerables; quédate
con los pobres y humildes, con los indígenas
y afroamericanos, que no siempre han encontrado
espacios y apoyo para expresar la riqueza de su cultura
y la sabiduría de su identidad.
Quédate, Señor, con nuestros niños y
con nuestros jóvenes, que son la esperanza
y la riqueza de nuestro Continente, protégelos
de tantas insidias que atentan contra su inocencia
y contra sus legítimas esperanzas.
¡Oh buen Pastor, quédate con nuestros
ancianos y con nuestros enfermos.
¡Fortalece a todos en su fe para que sean
tus discípulos y misioneros!
Papa Benedicto XVI.