La dama que quería padecimientos

jueves, 29 de mayo de

San Felipe Neri, que es uno de los santos más divertidos del calendario cristiano, tenía en abundancia una de las virtudes menos frecuentes: toneladas de sentido común. Y por eso le gustaba ironizar sobre todas esas virtudes de cartón piedra de los que no pisan tierra. Y muy concretamente de las de los que yo llamaría los santurrones insoportables.


Se cuenta en su vida que un día acudió a consultarle una dama romana que soñaba ser una auténtica mártir: «Padre -le decía- yo quisiera sufrir tanto como Jesús. Incluso más que Jesús para consolarle en su pasión.» Felipe Neri trató de explicar a la señora que incluso en los deseos de santidad uno debería ser sensato y moderado. Y, como no quedó muy seguro de haberla convencido, encargó a un grupo de chiquillos de su Oratorio que mortificasen a la señora en cuestión. Que no la hicieran nada grave, pero que la persiguieran con sus ironías, que le hicieran pequeñas bromas, que se burlaran un poco de ella.

 


Y no pasaron muchos días cuando San Felipe Neri se encontró a la señora persiguiendo a palos a los pequeños bromistas. Porque se trataba de una señora muy santa en sus sueños, pero muy poco paciente y comprensiva en la realidad.


 

Me temo que en la vida real existen muchos de estos «santos» de pacotilla. Están dispuestos a entregarle todo a Dios, pero no soportan a sus vecinos. Serían capaces de subir a la cruz, pero no entienden que los que les rodean sean diferentes a ellos.


 

A mí me parece que la bondad y la santidad tienen que empezar por casa. Y no creo que pueda ser un buen cristiano -y ni siquiera una buena persona- el que no empieza por hacer bien lo que tiene que hacer. Y así es cómo me hacen sonreír esos muchachos que quieren cambiar el mundo, pero luego no estudian. 0 esas buenas señoras que se pasan la vida comentando lo violento que es el mundo, pero luego no saben difundir alegría. Y no entiendo a esos padres rectísimos en la educación de sus hijos y que luego mienten a todas horas o saben el arte de esquivar el trabajo. O los que sueñan grandes martirios y no aceptan el martirio de soportar las chocheces de su abuelo.

 


La primera de las virtudes es saber convivir. Un hombre bueno o un santo son como el fuego: se definen por la luz o el calor que difunden. un buen fuego es aquello a lo que la gente se acerca en invierno, algo junto a lo que se está bien. La bondad no es una cosa sentimental que calienta mi propio corazoncito, sino el calor que yo irradio hacia los que me rodean. Y si la gente no se siente bien a mi lado es que mi corazón está seco o muerto. Y de poco sirve que dentro yo alimente sueños fervorosísimos.


José Luis Martín Descalzo 

 


 

Milagros Rodón