Evangelio según San Juan 16,29-33

lunes, 2 de junio de
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Los discípulos le dijeron a Jesús: “Por fin hablas claro y sin parábolas.Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios”.


Jesús les respondió: “¿Ahora creen? Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo”.


Palabra de Dios




 


P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay 


 

Ayer celebramos la Ascensión del Señor, es en este contexto de partida, que la liturgia nos invita a seguir meditando en torno a las palabras que Jesús pronunciara, como despedida, en la Última Cena: “Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo”.

Duras palabras las de Jesús ¿No? Para entenderlas mejor, escuchémoslas en su contexto, es decir, dentro de la Última Cena. Con ellas, el Señor no quiere hacernos un “reproche” sino que, por el contrario, quiere regalarnos una enseñanza fundamental: sepan que ante las pruebas de la vida, nunca estamos solos.

¡Sí! Aquí se halla la enorme verdad que encierran estas palabras de Jesús. Una verdad donde tú y yo podemos fundar nuestra vida, la de saber que nunca estamos solos. Jesús advierte que ha llegado su Hora, que viene el tiempo de la prueba y por eso nos avisa: “No estoy solo”.

Esto, más que una declaración de compañía, “el Padre está conmigo”, es un aviso para nuestras vidas. Porque Jesús también sabe que en nuestra historia nos visitarán las pruebas, las cruces, los dolores… y por eso nos avisa: ¡No están solos!

Qué bien nos hacen sus palabras en este tiempo de la Ascensión, en que podríamos llegar a pensar: “Ah, nos quedamos solos”… La respuesta de Jesús, entonces, es: ¡No! Como yo nunca estuve solo, porque el Padre estuvo conmigo, así tampoco ustedes estarán solos en sus cruces, porque el Padre estará también con ustedes en sus pruebas.

Por eso, porque contamos con la compañía de Dios es que podemos atravesar las dificultades de cada día sin perder jamás la paz. El Señor lo repite más de una vez durante la Última Cena: “la paz esté con ustedes… les dejo mi paz… encuentren la paz en mí”.

¡Cuidado! La Paz que el Señor viene a traer, la Paz que encontramos en él, no es esa paz “ataráxica” de estoicos y epicúreos, no es esa paz mundana del “nada me molesta”, “no siento nada”, “no escucho nada”, “nada me apasiona” y claro, por ello nada me quita la paz… No es, como dice Martín Descalzo, la paz tipo remolacha: “dulce, enterradita, y que sólo alimenta sus propias hojas”… ¡No! La Paz del Señor es Paz para las batallas cotidianas, es Paz en medio de las pruebas y las cruces de cada día, es Paz en medio del fragor y la pasión de la vida… La Paz del Señor no nos evita la vida, al contrario, nos envía con pasión a ella. Nos envía a dar la batalla de cada día, pero a darla con la Paz de quien se sabe en buenas manos, de quien se sabe que no va solo, porque Dios va con él.

Jesucristo sabe que a nosotros, que todavía no hemos resucitado, que todavía no hemos ascendido, nos esperan las luchas cotidianas, nos esperan los problemas y las cruces diarias… Reglándonos su Paz, entonces, Cristo no viene a decirnos: “tus problemas se acabaron”; sino que viene a decirnos: Ten Paz, tus problemas no tienen la última palabra, superarás estas crisis y estas luchas, porque yo superé lo insuperable –la muerte- y hoy, resucitado, continúo caminando a tu lado… Recuérdalo, nos dice el Señor, tú tampoco estás solo, porque yo estoy contigo todos los días hasta el fin del mundo.Que así sea!

 

 

Oleada Joven