Todos estamos llamados a reinflamar la llama del Don de Espíritu Santo que recibimos en los sacramentos de iniciación. Dios libremente otorga esta gracia, pero se requiere una respuesta personal de conversión constante al Señorío de Jesucristo y una apertura a la presencia transformante y al poder del Espíritu Santo. Sólo en el Espíritu Santo la Iglesia podrá responder a sus necesidades pastorales y a las del mundo. El desafío está ante neustros ojos y las consecuencias son claras:
Sin el Espíritu Santo:
Dios está lejano,
Cristo permanece en el pasado,
El Evangelio es letra muerta,
La Iglesia es solo una organización,
La autoridad es cuestión de dominio,
La misión materia de propaganda,
La Liturgia solo una evocación,
La vida cristiana una moralidad esclavizante.
Pero en el Espíritu Santo:
El Cosmos ha resucitado y lanza gemidos
con dolores de parto del Reino.
Cristo resucitado está ahí,
El Evangelio es la fuerza de la Vida,
La Iglesia manifiesta la vida de la Trinidad,
La Autoridad es un servicio liberador,
La Misión es un Pentecostés,
La Liturgia es memorial y anticipación,
La acción humana es deificada.
El Espíritu nos llama a cada uno de nosotros y a la Iglesia como un todo, según el modelo de María y de los Apóstoles en el Cenáculo, a aceptar y abrazar el bautismo en el Espíritu Santo, como la fuerza para una transformación personal y comunitaria, con todas las gracias y carismas necesarios, para nuestra misión en el mundo. Esta misión tiene su orígen en el Padre, por el Hijo, en el Espíritu, para tocar y transformar la Iglesia y el mundo a fin de guiarlos en el Espíritu, por Cristo, al Padre.
Autor: Padre Kilian McDonell
https://www.youtube.com/watch?v=DzOELxlwQno