Evangelio según San Mateo 5,38-42

lunes, 16 de junio de
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Jesús, dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.

Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.

Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.


Palabra de Dios




 


P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay


 

Por desgracia, en nuestro ADN cultural llevamos grabada a fuego la “Ley del Talión”, ‘ojo por ojo y diente por diente’; ésta ha sido y –desgraciadamente- sigue siendo, una de las normas más aplicadas en las relaciones interpersonales y también en las relaciones entre grupos humanos enfrentados por diferencias de todo tipo (religiosas, étnicas, culturales, económicas, históricas). Lo que no hemos sabido ver, es que esta ley termina por destruir a las dos partes y no es capaz –nunca lo ha sido- de abrir caminos de solución para ninguno de los conflictos que pretende resolver.

Ni que hablar cuando, además, viene adobada con aquello que se ha dado en llamar “venganza generacional”… Como por ejemplo sucede en la sociedad albanesa, donde lo que un tatarabuelo tuyo le hizo al mío, yo tengo derecho a vengarlo hoy, haciéndote el mismo mal a ti.

¡Cuidado! Porque hablo de Albania y nos parece una locura. Como diciendo, esos tipos están locos, son unos bárbaros, a quién se le ocurre semejante disparate… ¿Y nosotros? Cuando en nuestras calles (hablo de Uruguay, Argentina y Chile, por ejemplo) vemos por todos lados pintadas que dicen: “NI OLVIDO NI PERDÓN” ¿No se trata del mismo sentimiento, no se deja ver –camuflada- la “ley del talión”? ¿Es que una sociedad, un país, un grupo humano, una familia puede salir adelante con consignas como esas? ¡No! ¡Claro que no! Y Jesús lo sabe, y nos lo recuerda.

Por eso, en el Evangelio se nos invita, entonces, a todo lo contrario. Se nos llama a amar no sólo a los amigos, sino también a los enemigos. Se nos pide hacer el bien, no sólo a los que nos hacen bien, sino también a aquellos que buscan nuestro mal. Se nos invita a pagar bien por mal. Si queremos ser, entonces, verdaderos seguidores de Cristo, hemos de ampliar nuestro radio de amor, llegando a amar incluso a los que nos hacen daño.

Cómo no recordar, en este sentido, aquel tremendo poema de José Martí:

“Cultivo una rosa blanca
en junio como en enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca
y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo
cardo ni ortiga cultivo
cultivo la rosa blanca”.

Acierta Martí, porque da en el núcleo de lo que nos pide el Evangelio. Que vayamos por el mundo cultivando rosas blancas, sea para amigos, sea para enemigos. Se trata de cultivar rosas blancas para todos los hombres, para los que nos hacen bien… y para quienes nos quieren mal.

Siguiendo con la metáfora de Martí, hoy podríamos decir con Jesús, que en el cultivar rosas blancas para los amigos, para los buenos, no estamos haciendo nada nuevo. Todos en el mundo hacen más o menos eso. Los cristianos somos llamados hoy a algo más, a ir más allá, a apostar por lo que el mundo jamás apostaría: el poner la otra mejilla, el negarse a la venganza, el amar al enemigo.

Repito, porque lo hemos probado como humanidad una y mil veces, pero no aprendimos la lección: el mundo, nuestro país, nuestra Iglesia, nuestras comunidades, nuestras familias… No cambiarán a fuerza de codazos y rechazos… El mundo jamás mejorará a fuerza de venganzas y mutuas zancadillas… Si a este mundo le queda aún una oportunidad, esa oportunidad depende de los cristianos. Esa oportunidad está en nuestras manos. Nosotros podemos y debemos dar vuelta este mundo, porque hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos sido llamados a amar como Él: con MISERICORDIA. Sólo amando a los que nos aman y amando también a los que nos hacen daño, llegaremos a ser verdaderamente cristianos.

Que así sea!

 

 

Oleada Joven