El el libro de los Hechos de los Apóstoles, en el capítulo 9, versículos del 1 al 20 te invito a que te detengas en el primer versículo : “Saulo no desistió de su rabia, proyectando violencia y muerte…”
Violencia, ira, muerte. Lejos del Señor y en su contra así vivía Saulo.
El encuentro con Jesús lo deja ciego. Ciego para ver el mundo. Lo externo. Todo lo que habitualmente veía pero a la vez le abre la vista interior. Comienza a ver lo que habita su corazón, tal vez sus heridas, sus temores, etc. Mirarse a sí mismo desde el encuentro con Jesús le devuelve paradójicamente la verdadera vista. Comenzará a ver con ojos de verdad.
Este hombre considerado “el enemigo” de los cristianos, perseguidor de Jesús, se trasforma, por decisión y elección del Señor en un “instrumento excepcional” para la evangelización. Y esto es posible gracias al sí obediente de Ananías, quien le confirma su visión y misión.
El encuentro con Jesús convirtió su mirada, transformó su vida, hizo de Saulo la mejor versión que podía ser, su apóstol Pablo.
Nosotros tenemos, hoy, ahora, cada día, esa misma posibilidad; la de encontrarnos con Jesús, presente y vivo en la Eucaristía, el mismo Jesús que se encontró y llamo a Pablo; dejemos que su mirada nos encuentre, nos lleve a nuestro interior y podamos descubrir a la luz de este llamado lo que Jesús quiere transformar, convertir, y que podamos sabernos instrumentos excepcionales de Dios.
A continuación te compartimos las imágenes del último enuentro de oración y adoración eucarística Horeb: