El llamado especial que Dios me dirige a mí

lunes, 30 de junio de
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Una de las grandes conquistas de la vida cristiana consiste en comprender que Cristo se fija en cada uno de nosotros en particular, para hacernos conocer su voluntad precisa. Se detiene frente a mí, frente a mí solo, y pone sus manos divinas sobre mi cabeza. Mientras nos consideramos como perdidos en una muchedumbre de fieles anónimos, mientras nos imaginamos que las palabras e invitaciones de Cristo van dirigidas a una masa de fieles, mientras mis relaciones con Cristo quedan como algo colectivo y vago, no he comprendido la paternidad divina, ni mi papel de hijo de Dios.

 
El gran momento de la gracia llega cuando me doy cuenta que los ojos de Cristo se fijan en mí, que su mano me llama a mí en particular, que yo, yo soy el motivo de su venida a la tierra y el término de sus deseos bien precisos. El me ha reconocido de entre la muchedumbre. No soy uno entre miles. No existe esa multitud. Hay Dios y yo, y nada más, ya que todo lo demás, mis prójimos inclusive, los he de ver en Dios.

 
Conocer, pues, este llamamiento especial que Dios me dirige a mí en particular, ha de ser mi gran preocupación de toda la vida, sobre todo en aquellos momentos más decisivos, como es el de la elección de carrera.



 
(…)Nuestra vida, decíamos, es un viaje al cielo, ¿cuál es el camino que Dios quiere que tome yo para llegar allí? Si en una estación hay multitud de trenes listos para ponerse en movimiento, ¿cuál quiere Dios que sea mi tren? ¿Cuál me lleva más rápido, más seguramente a una posesión más total del fin de mi vida?

 
Loco llamaríamos a quien llegando a la estación Central no se preocupara de averiguar cuál es el tren que lo lleva a su destino, sino que tomara atolondradamente el primero que encontrara, y mucho más aún si se empeñara en tomar uno que va en dirección diferente a la de su estación de término, sólo porque el tren es más moderno, el carro más cómodo, la compañía más agradable… Ya podemos imaginar eldesenlace del infortunado pasajero… 

 
(…)De los males que podemos encontrar en la vida, uno de los más graves y de mayor trascendencia es el de no resolvernos a mirar con serenidad y valentía cuál sea nuestro propio camino en la vida.

 
San Alberto Hurtado sj
 

 

Milagros Rodón