Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.
Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: “¿No es este el hijo de José?”.
Pero él les respondió: “Sin duda ustedes me citarán el refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún”.Después agregó: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio”.Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Palabra de Dios
P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay
Pregunta, en tu vida: ¿Tienes un plan de vuelo? ¿Tienes un carnet de ruta? ¿Tienes clara tu misión? ¿A dónde vas? ¿Cuál es tu rumbo? ¿Qué buscas? ¿Qué sueñas? ¿Qué quieres? ¿Qué esperas construir? ¿Quién quieres ser? ¿Qué deseas hacer?
¡Qué difícil responder a todas y cada una de estas preguntas! Y, sin embargo, Jesús lo logra, Jesús responde de una a todas estas preguntas y lo hace en el espacio de un par de tweets, dice Jesús: “he sido enviado a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”.
¡Sí! Jesús tiene clara su Misión, tiene claro su lugar en el mundo, tiene claro quién es y qué ha venido a hacer. En el día de hoy, podríamos también nosotros animarnos a hacer lo que él hizo, buscar el rumbo de nuestras vidas en la Palabra de Dios (Jesús encuentra su plan de vuelo leyendo, en este caso, al profeta Isaías), y confirmar ese rumbo dejando que Dios sople en nosotros su Espíritu y nos consagre, nos unja, nos envíe (Jesús reconoce sobre sí el Espíritu y la bendición de Dios, por eso se anima a la Misión).
Demos ahora otro paso y ahondemos en este sueño de vida que nos comparte Jesús. ¿No notamos algo extraño? ¿No observamos algo totalmente extraordinario y anti-mundano? En el rumbo que Jesús se traza, en la Misión que Jesús encara, en el Programa de vida que nos comparte Jesús tiene un único fin: servir a los demás, vivir para los otros, darse por entero a las necesidades ajenas, nunca a las propias. Re-leamos con detenimiento éste y otros textos en que Jesús nos comparte sus sueños, en ninguno de ellos –repito, en ninguno de ellos- vamos a ver a Jesús poniéndose al centro, en ninguno de ellos vamos a ver a Jesús ocupado de sí, preocupado por su bienestar, o urgido por un interés propio, egoísta, narcisista. Todo plan en la vida de Jesús es servicio a los demás, todo programa en la vida de Jesús es auxilio de los otros, toda misión en la vida de Jesús es que los otros tengan vida y vida en abundancia.
¡Cuánto no debiera interpelarnos este Jesús a nosotros!
El P. Adolfo Nicolás SJ. (actual General de los Jesuitas), en sus discursos a los alumnos de universidades de la Compañía de Jesús, suele decir algo bien notable: “No queremos formar a los mejores del mundo, sino que queremos formar a los mejores para el mundo, porque la excelencia de una persona se mide ante todo en su capacidad de servir a la familia humana”.
Qué gran llamada la que nos hace Jesús con su programa de vida, la de ser “hombres para los demás” (como tan bien decía otro General de los Jesuitas, el P. Arrupe SJ.). Qué gran invitación ésta de gastar la vida en el servicio a los otros. ¿Puede haber algo más cristiano que esto? A saber: des-centrarse, para poner en el centro a los otros… Olvidarse sanamente de uno mismo, para vivir ocupado de los demás… Despojarse de los propios intereses, para velar por los intereses de los pobres, de los oprimidos, de los enfermos, de los excluidos… ¿Puede haber algo más digno, más humano, más divino que acabar dando la vida en el servicio?
Dejémonos interpelar por el Proyecto de Jesús y pidamos su Espíritu para animarnos a compartir con Él, la Misión y la Vida.
¡Que así sea!