Evangelio según San Juan 19,25-27

lunes, 8 de septiembre de
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Cuando terminó de enseñar al pueblo con estas palabras, Jesús entró en Cafarnaún. Había allí un capitán que tenía un sirviente muy enfermo al que quería mucho, y que estaba a punto de morir. Habiendo oído hablar de Jesús, le envió algunos judíos importantes para rogarle que viniera y salvara a su siervo.

 

Llegaron donde Jesús y le rogaron insistentemente, diciéndole: “Este hombre se merece que le hagas este favor,pues ama a nuestro pueblo y nos ha construido una sinagoga.”


Jesús se puso en camino con ellos. No estaban ya lejos de la casa, cuando el capitán envió a unos amigos para que le dijeran:“Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. 


Al oír estas palabras, Jesús quedó admirado, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: «Les aseguro, que ni siquiera en Israel he hallado una fe tan grande.» Y cuando los enviados regresaron a casa, encontraron al sirviente totalmente restablecido.


Palabra de Dios




 


 

P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay

 

 

“Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.


 

A diario pronunciamos estas palabras en el momento justo antes de comulgar. Me pregunto: ¿Por qué? ¿Por qué se han elegido éstas y no otras palabras para decir justo en ese momento previo a la comunión?

El Evangelio de hoy, donde se inspiran dichas palabras, viene a darnos dos importantes pistas, dos importantes razones, de por qué son éstas las palabras justas para disponerse a la comunión.

Primera razón: porque las dijo un pagano. Es decir, un extranjero, un alejado, un incircunciso, un centurión romano, un pecador…

Como él, todos nosotros somos (en mayor o menor medida) paganos, extranjeros, alejados y, ni que hablar, pecadores. Pregunto: ¿hay alguno de nosotros que pueda decir: yo soy tan cercano a Dios que merezco su visita? ¡No, ninguno! Ninguno de nosotros “se merece” la visita o cercanía de Dios, si Dios nos regala su visita y cercanía, es por pura Gracia, por pura misericordia, por puro don. Dios nos visita, nos regala su cercanía porque nos ama, no hay más razón ni más mérito que ese. De ahí la importancia de decir, de reconocer como el centurión romano, en el momento justo antes de la comunión, que no merecemos su visita. Y que sabemos que ésta se debe al desproporcionado amor con que Dios nos ama, y no al mérito de alguno de nosotros.

¡Ay de aquel, que en el momento justo antes de comulgar piense que “él sí” es digno de comulgar y “otros no” se merecen la comunión! Porque como el centurión romano todos, repito, todos estamos llamados, en el momento justo antes de comulgar, a reconocer que si es por “merecer” ninguno de nosotros lo merecemos.

Segunda razón: decimos estas palabras antes de comulgar, porque en ellas se encierra una fe humilde y una confianza ciega en el Amor de Dios. Y esto, esto es vital para la comunión de cada Misa, para la comunión de cada día. Depositar en Dios nuestra confianza absoluta, poner en Dios con una fe ciega nuestra vida, nuestro corazón, todo nuestro “haber y poseer” (como gustaba decir San Ignacio de Loyola), eso es lo más propio del cristiano previo al comulgar.

Por eso, cada día, al comulgar, al pedirle a Dios que venga a hospedarse en nuestro interior, en nuestro corazón: le estamos diciendo que nuestra vida sólo cobra sentido cuando es habitada por Él. Le estamos diciendo que es a Él y a nadie más a quien confiamos toda nuestra existencia. Le estamos diciendo que, como el centurión, ponemos nuestros problemas y necesidades a sus pies… Porque confiamos en Él, porque apostamos nuestra vida entera a Él y a su Amor para con nosotros. Como concluye San Ignacio su oración de ofrecimiento, también nosotros podríamos en la comunión de hoy, decirle a Dios: “dame tu Amor y Gracia que ésta me basta”… porque reconozco, Señor, que no soy digno de que entres en mi casa, pero reconozco también, que una palabra tuya bastará para sanar mi historia y mi vida.

¡Que así sea!

 

 

Radio Maria Argentina