Jesús dijo a la gente: “No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.
Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado.
Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener”.
Palabra de Dios
P. Germán Lechini
Todos recordaremos con cariño, seguro más de una vez lo hemos rezado, aquel hermoso texto que Eduardo Galeano nos compartiera a propósito del mundo. Decía el escritor uruguayo:
“Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. El mundo es eso -reveló- Un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”.
En el Evangelio de hoy, Jesús mismo nos recuerda que somos luz y que estamos llamados a brillar, a alumbrar, a iluminar, a arder la vida con ganas. Sí, Jesús quiere que cuando la gente nos mire, vea en nosotros algo de esa luz cuya fuente es Cristo.
El día de hoy, entonces, les invito a que miremos nuestra forma de alumbrar, la manera en que estamos siendo o no, luz para los demás. Como bien dice Galeano, no hay dos fuegos iguales… Meditemos:
Primero: ¿Cómo está mi fuego, se ha hecho pequeño, se ha mantenido encendido? ¿En el último tiempo, mi luz ha crecido o ha menguado?
Segundo: ¿Qué colores voy contagiando? ¿Mi fuego irradia verde esperanza, rojo pasión, negro pesimista, amarillo incandescente? ¿De qué color es mi luz, de qué color es mi fuego?
Tercero: Recuerden lo que dijo Cristo: “no se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente, ni para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero para que dé luz”… ¿Cómo está mi fuego: es fuego bobo, que ni alumbra ni quema? ¿Cómo está mi luz, brilla encendida o está apagada? ¿Se deja ver o ha elegido vivir oculta?
Cuarto: Como los fuegos artificiales, hay muchas vidas que alcanzan gran brillo, lástima que duran cinco segundos… Quizás la metáfora del fuego nos está llamando hoy a no vivir de “brillos pasajeros”, sino a ser brazas ardientes, verdadero fuego que persevera y arde siempre ¿Cómo está mi luz, alumbra en las buenas, se apaga en las malas… o brilla siempre?
Quinto: Hay vidas, concluye Galeano, cuyos fuegos son de tal intensidad y arden de tal manera, que quién a ellos se acerca se enciende… Seguro tú y yo estamos invitados a encendernos, seguro la cercanía del Señor, de su Evangelio, de su Reino, puede hacer de nosotros verdaderos signos de luz, verdaderos fuegos vivos. Ojalá alguien pueda decir de nosotros, lo que se dijo al final de la vida del P. Hurtado SJ.: “He aquí un fuego que enciende otros fuegos”. Si pasamos por este mundo, que sea para dar luz, si vinimos a la historia como cristianos, que sea para arder la vida con fuerza y encender los corazones de nuestros contemporáneos.Que así sea!