Evangelio según San Lucas 13,10-17

martes, 21 de octubre de
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Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga.

Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera.

Jesús, al verla, la llamó y le dijo: “Mujer, estás curada de tu enfermedad”,

y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios.

Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: “Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado”.

El Señor le respondió: “¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber?

Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?”.

Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.


Palabra de Dios





P. Germán Lechini SJ  Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay 

 

El Evangelio de hoy nos regala un encuentro de sanación más que hermoso, más que elocuente. A partir de él, quisiera invitarlos a una doble identificación. En primer lugar, identifiquémonos con la “mujer encorvada” de quien se dice en el Evangelio que “no podía en modo alguno enderezarse”.


Metafóricamente, podríamos animarnos a decir que esta mujer lleva años con la vida “torcida”. ¿Es que su vida ha perdido el Norte? ¿Es que en su vida la ha visitado la tentación de algún desvío? Con ella, con su imagen a la manera de icono, les invito hoy a que nos preguntemos si no será que también nosotros necesitamos de Cristo cuando erramos el camino, cuando no acertamos a “enderezar” el rumbo, cuando sentimos que la vida se nos “tuerce”, se nos “joroba”, se nos vuelve “retorcida”, “encorvada”, “herida”.


¡Sí! De vez en cuando es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, salir al encuentro de Aquel que puede volver a poner “derecha” nuestra historia, Aquel que puede volver a “enderezar” nuestra biografía. Recuerden la sabiduría de las abuelas: “Dios escribe derecho sobre renglones torcidos”. Si sentimos que se nos torció, que se nos curvó, que se nos encorvó el renglón, hoy puede ser un buen día para volver al Señor y pedirle la Gracia de retomar el rumbo, de enderezar el camino.


En segundo lugar, pasemos ahora a la identificación con Cristo, porque en el Evangelio de hoy, es posible hallar también un carnet de ruta a fin de llegar a ser, también nosotros, “otros Cristos” (como gustaba decir San Alberto Hurtado SJ.). Les invito a que nos detengamos en los tres verbos que son capitales en este relato de sanación: Ver – Llamar – Tocar. Cuenta el evangelista que Jesús “vio” a la mujer encorvada, “la llamó” y “le impuso las manos”. Así, contemplamos cómo el Señor no queda ajeno a las enfermedades o necesidades de quienes lo rodean, sino que, por el contrario, se va comprometiendo cada vez más con la necesidad o enfermedad del otro.


¡Cuántos pasamos sin ver si quiera al prójimo y sus heridas, cuántos aun viendo no nos acercamos, no entramos en relación con la necesidad del otro, no ponemos manos a la obra! En Jesús somos testigos de todo lo contrario. Jesús no puede ver una necesidad, una herida, una enfermedad, un problema, una carencia… sin salir de inmediato a tomar cartas en el asunto.


¿Notaron algo impresionante? La mujer encorvada nunca toma la palabra, porque no es necesario que le cuente a Jesús lo que le falta, lo que anhela, lo que está buscando… El corazón de Jesús basta para “escuchar” lo que el cuerpo de esta mujer está “gritando” en silencio.


Cuánto bien nos haría, en este sentido, pedir la Gracia de convertir nuestro corazón, de ponerlo en sintonía con el corazón de Cristo, que puede ver, escuchar, sentir las heridas, enfermedades y necesidades ajenas. Seamos, entonces, “otros Cristo”, salgamos del propio amor, querer e interés y vayamos al encuentro de los encorvados de nuestro tiempo. Miremos a nuestro alrededor, muchos son los que necesitan re-encontrar el rumbo, muchos son los que necesitan algo de luz en el camino, muchos son los que quieren enderezarse… Démosles una mano. Ayudemos a quienes veamos con la biografía herida o torcida, haciendo por otros lo que Cristo ha hecho por nosotros: devolvernos el rumbo, devolvernos la esperanza de que es posible caminar derechos en un tiempo en que tantas cosas parecen torcidas…


Jesucristo, danos la valentía de enderezar la vida y el rumbo y seguirte camino de la construcción del Reino.

¡Que así sea!

 

 

Radio Maria Argentina