Después dijo al que lo había invitado: “Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa.
Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!”.
Palabra de Dios
P. Germán Lechini Sacerdote Jesuita. Director del Centro Manresa que pertenece a la Pastoral juvenil y vocacional de la Compañia de Jesús en Argentina y Uruguay
Les invito a aterrizar el Evangelio de hoy a cosas bien concretas de nuestra vida. Seguramente, nosotros no vamos por el mundo dando “banquetes” o, por lo menos, no todos estamos en condiciones de hacerlo en estos tiempos. Pero, pero… No por eso estamos exentos de vivir hoy este Evangelio y su mensaje más hondo.
La idea que les propongo, se los confieso, me la regaló Santa Teresita del Niño Jesús. Un día, rezando este Evangelio, Teresita se dijo a sí misma: “¿Cómo puedo yo, una pequeña carmelita descalza, en medio de un convento, vivir, encarnar este Evangelio?”. Al principio pensó sencillamente que no podía, que era imposible para ella concretar la invitación del Evangelio de hoy, por una razón muy clara: no estaba en sus manos el “dar un banquete”. Así, con esto dando vueltas en su cabeza y corazón, llegó la hora de la comida y al sentarse a la mesa con sus hermanas de convento reparó en un hecho muy notable que hasta ese momento no había tenido ojos para ver. Teresita se dio cuenta que entre las hermanas de comunidad, cada una se sentaba a la mesa por afinidad y, obviamente, las que eran más “alegres y tenían más vida” pronto llenaban su mesa de “comensales”; mientras que las otras, más apagadas o incluso más “amargas”, se mantenían con los lugares vacíos a su lado. Ahí Teresita comprendió cómo en el día a día, en su Carmelo, era posible vivir este Evangelio… ¡¿Cómo?! Yendo ella misma a sentarse a la mesa con las hermanas que nadie quería sentarse y compartir.
Aterricemos ahora esta anécdota de la gran Teresita y con ella, el mensaje del Evangelio de hoy ¡Siento que hoy es el día!
¡Hoy es el día! a la luz del Evangelio, para ir al encuentro de esas personas con las que no nos sale naturalmente sentarnos a conversar. Con las que no nos sale naturalmente compartir un almuerzo. ¡Hoy es el día! para llamar a ese familiar del que estoy alejado y con el que me cuesta “sentarme a la mesa”. ¡Hoy es el día! para ir a conversar con esa compañera de trabajo a la que ya nadie habla (por pesada, por pesimista, por “insoportable” o por lo que sea). ¡Hoy es el día! para ir al encuentro, en el recreo de la Universidad, en el patio del Colegio, de aquellos que pasan los “recreos solos”, de aquellos que siempre quedan solos cuando hay trabajos en grupo, o cuando hay salidas de alumnos, o cuando nos juntamos “los inteligentes”, “los lindos”, “los buena onda”.
¡Sí, hoy es el día! para que tú y yo, como Teresita, vivamos también este Evangelio. ¡Es posible! Basta con salir al ENCUENTRO, basta con improvisar un BANQUETE: el “Banquete de la Amistad”, el “banquete del Encuentro”, el “Banquete de la Compañía” (especialmente servido para aquellos que, sabemos, padecen soledad). ¡Hoy es el día! para hacernos cercanos, compañeros, amigos de aquellos que están solos, de aquellos que han quedado al margen, de aquellos que hace tiempo hemos excluido. ¡Hoy es el día! de acercarnos a aquellos que, quizás, no tengan siquiera “alegría” con la cual pagarnos.
Los cristianos estamos llamados hoy a darle al mundo esta hermosa buena noticia, de que queremos encontrarnos, sentarnos juntos a la mesa, con aquellos que siempre quedan “fuera” de las mesas, “fuera” de las conversaciones, “fuera” de los encuentros… ya sea en la familia, en el trabajo, en el Colegio, en la Universidad, en el Club.
¡Qué impresionante será el día en que a la entrada del Reino el Señor nos diga: “entra bendito de mi Padre”! porque estuve solo, aislado, excluido… Y tú fuiste a pasar conmigo un recreo, y tú fuiste a conversar conmigo en el almuerzo, y tú fuiste a pasar conmigo un domingo… Y nosotros preguntaremos: ¿Cuándo Jesús, cuándo hicimos eso por ti? Y él responderá Aquella semana que lo hiciste por esos hermanos tuyos más solos, aquella semana en que te acercaste a los que nadie se acerca… Aquella semana, fue a mí a quien te acercaste.
¡Que así sea!