“La intuición de Dios, la fe en Dios, nace justamente allí, en aquel signo que tienes delante y que no te está mirando inútilmente ni por azar. No pienses solamente que estás viendo las cosas; esfuérzate en creer que las cosas te miran a vos; Dios te mira a través de todas las luces de la ciudad, en las que avanza la noche y de todas las nubes que, como rebaños en marcha, cruzan por encima de tu cabeza. Dios te abraza sirviéndose del viento que desordena tus cabellos y te besa con el primer sol de la mañana.
Las manos de Dios que te tocan pueden ser los instrumentos de tu trabajo diario, y su saludo, puede ser el silbido del tren que pasa por el puente cercano a tu vivienda.
Si quieres que los signos de la creación que te circundan no te distraigan, llénalos de la presencia de Dios, Ellos te hablarán de Él.”
(Carlo Carretto, 1978)