Danos, Señor, aquella Paz extraña
que brota en plena lucha como una flor de fuego; que rompe en plena noche como un canto escondido; que llega en plena muerte como el beso esperado.
Danos la Paz de los que andan siempre, desnudos de ventajas, vestidos por el viento de una esperanza núbil. Aquella Paz del pobre que ya ha vencido el miedo.
Aquella Paz del libre que se aferra a la vida. La Paz que se comparte en igualdad fraterna como el agua y la Hostia.
Pedro Casaldáliga