Sin embargo, la realidad es que a menudo me descubro olvidando tantos motivos para la alegría y la fiesta, dándolos por sentado, o dejando que se vean opacados por esas otras causas de pena y disgusto.
Cuando lo pienso despacio, descubro que en realidad mi vida tiene tanto de bueno y hermoso que, si fuera verdaderamente consciente de ello no me descolocarían tanto las pequeñas insatisfacciones que también forman parte de lo cotidiano. Un poquito más de gratitud, me digo. Y es que es fundamental, en la vida, ser conscientes de tanto bien recibido.
Jose M. Rodríguez Olaizola, S.J.