Sí, señor, te esperamos.
Con esperanza, con impaciencia,
con inquietud e ilusión.
Porque seguimos necesitando
adivinar en qué rincones te escondes,
cuándo te cruzas con nosotros,
en qué palabras nos hablas con ternura o con urgencia.
Te esperamos porque a veces la vida se nos
viene encima, y vivimos acelerados,
agobiados, inseguros o sordos.
Anhelamos que te hagas más
presente, que tu evangelio sea,
al fin, buena noticia para tantos.
Soñamos que te hagas, una vez más, amigo,
maestro, señor en nuestras vidas.
Te esperamos porque tantas veces
te intuimos y otras tantas
te nos escapas.
Enséñanos a no desesperar, a preguntar
dónde estás, a seguirte buscando, siempre.
Fragmento de oración de Pedro Casaldáliga