Evangelio segun San Marcos 8, 1-10

viernes, 11 de febrero de
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 En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:  "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos".
Los discípulos le preguntaron: "¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?". El les dijo: "¿Cuántos panes tienen ustedes?". Ellos respondieron: "Siete".  Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud.  Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran. 
Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado. Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió. En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.

Palabra de Dios




Monseñor Eduardo Martín   Obispo de la Diócesis de Rio Cuarto



 

Hoy celebramos ya el quinto sábado, estamos promediando el mes de febrero, y otra vez el evangelio de San Marcos nos presenta ya ahora el otro relato sobre la multiplicación de los panes, y aquí quisiera detenerme simplemente en esta frase que dice : “Comieron hasta saciarse”.

El hombre tiene hambre, nuestro corazón tiene hambre y sed. ¿Cuál es la verdadera hambre y sed de nuestro corazón? El hambre y sed de nuestro corazón, son el hambre de la verdad, de la belleza, de la justicia, del amor. En una palabra el hambre y la sed de ser felices.

 

¿Quién puede saciar nuestra verdadera hambre humana? ¿Quién puede saciar el hambre y la sed de nuestro corazón? Nuevamente el evangelio hoy nos da la respuesta: Es Cristo, Cristo es el único que puede llegar hasta saciarnos nuestra sed, nuestra hambre humana, para vivir una vida digna y plenamente humana. Y hoy Jesús se nos ha quedado en la Eucaristía, el pan de la vida eterna, el pan de los peregrinos, el pan que realmente sacia y que contiene en sí todo deleite, como decimos en algunas respuestas de la adoración eucarística.

 

Por eso querido jóvenes, abramos nuestro corazón al Señor, dejemos que el nos llene y sacie esta hambre y esta sed, y recurramos siempre al pan de la vida eterna, que se ha quedado entre nosotros, para saciar esta hambre y esta sed que tiene nuestro corazón.


 

 

Oleada Joven